Opinión

Una mañana gris, pero hermosa

Mañana gris, soledad, reflexión, serenidad…, cóctel adecuado para escuchar al pensamiento; lo dejo fluir, no interrumpo su ímpetu arrollador, la cascada de ideas abruma mis sentimientos. Recuerdo lo que Schopenhauer afirmaba sobre las consecuencias que sufriría el ser humano si viera satisfechos todos sus deseos en cuanto se despierta; tal vez se moriría de aburrimiento, se suicidaría o lucharía con sus semejantes hasta morir. El filósofo estaba convencido de la necesidad que tenemos de enfrentarnos a los avatares de la vida. Porque vivir es gozar y es sufrir; no sabríamos apreciar el gozo si no conociésemos el sufrimiento, no disfrutaríamos de la salud si olvidásemos la enfermedad. Nos deleitamos en el amor, porque tememos la soledad. Reímos porque nuestro ser conoce la alegría de estar y lloramos para espantar la infelicidad. 

¡Oh soledad!, que terrible eres, grandiosa y vil. Que acertada frase la de Friedrich Nietzsche: “Para vivir solo, uno tiene que ser un animal o un dios”. ¿Cómo se siente Jordi Pujol ante la sociedad y ante sí mismo?, ¿un dios ultrajado?, ¿un animal perseguido? ¡Qué soberbia! ¡Qué miseria! Pujol no puede soportar la verdad, le angustia el deshonor, teme la opinión de su pueblo, le aterra el juicio de la historia y responde con violencia, con amenazantes chantajes, con insultos y, lo que es peor, con desprecio al Parlamento que es la representación tangible de la nación que decía amar. Pero el hombre que es está sufriendo, un inmenso dolor corroe sus entrañas; el apego a sí mismo, al dinero, a su familia le está destruyendo; su imagen despierta una repulsión irrefrenable, pero al mismo tiempo la compasión por el animal herido, como una hiena abatida por perros salvajes. 

Mientras tanto, el entorno político que lo amparó no duda en desviar la atención de tan grave suceso y, arrogándose la representación de todos los catalanes, introduce un debate fútil e innecesario: “un referéndum independentista”. Cuenta para ello con la inestimable colaboración de la ineptitud del Gobierno de España, incapaz de articular una propuesta política creíble que satisfaga los deseos de la mayoría del pueblo catalán.

Un constante y suave goteo golpea los cristales, miro hacia la ventana mientras mis dedos dejan de teclear y por un instante dudo… dudo de ser juez de las conductas de mis semejantes, dudo de la imparcialidad de mis reflexiones, dudo de la sinceridad de quien debe juzgar. Hace miles de años el mal, encarnado en el becerro de oro, se ha adueñado del corazón de los hombres; la riqueza y el poder se han disfrazado de miles de formas para ocultar su perversidad. Las religiones nacen para los pobres, pero se visten de oro y púrpura; las revoluciones se transforman y devoran a sus hijos; las ideologías se adaptan para fingir cambios sin que estos se produzcan. La mentira y la verdad son las dos caras del bien y el mal. Zoroastro, quimera de un deseo. Cristo, el apóstol del nuevo reino, traicionado y vendido en un círculo eterno. Roma, imperio triunfante. El Calvario, espejo de amor sin respuesta. 

Ha dejado de llover, la mañana agoniza entre el trinar de los gorriones. Se agrupan en un gregarismo animal mientras se bañan en pequeños oasis. ¿Están alegres?, su inocencia les hace ser felices; no tienen consciencia pero gozan de la libertad y de la vida. El murmullo de los árboles me serena; las dudas se disipan, el conocimiento perfecto no existe; ya lo han rechazado los existencialistas. La misma inocencia quisiera para el ser humano, hoy tenemos la obligación de seguir buscando un sistema ético que nos permita distinguir entre el bien y el mal; no es culpa de la condición humana, es el valor que se le da a las “cosas”. El apego a lo material condiciona lo espiritual, con lo que deviene la fragilidad de la existencia; abriéndose un abismo donde la esperanza y los ideales parecen ilusiones.

He dejado fluir al pensamiento, ha volado libremente y, en la soledad de mi despacho, no me he sentido ni dios, ni animal, a pesar de Nietzsche.

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