Opinión

Me duele Xinzo

Decadente, triste, abandonada, resignada… vencida, la sangría humana que ha sufrido la comarca limiana en los últimos años la convierten en un paciente agonizante en la unidad de cuidados paliativos de la nación gallega. En el camino emprendido desde el fatídico año de la desecación de la Laguna de Antela se ha ido destruyendo el tejido económico de una de las zonas potencialmente más ricas del sur de Galicia. La Limia lo tenía todo: ubicación, agua, orografía, paisaje, bosques de árboles nobles, bienes de interés cultural y sobre todo una población joven asentada en la tierra que les vio nacer.

Todo ello se ha ido perdiendo paralelamente a la sangría humana que sufre la comarca en un diseño perverso que parece otorgarle por designación un papel pasivo en el conjunto de la nación gallega. Hoy los más viejos añoran los tiempos de la “Propasi”, “La Cerámica, “La Feculera” “la fábrica de Parquet, “las industrias del Ruca”, “la fábrica de quesos”, “las salas de cine”, “los salones de baile”, “las ferias de ganado” y un largo etcétera… que en su conjunto eran el reflejo de una economía floreciente, muy superior a la media provincial, lo que atrajo a un considerable número de personas procedentes de otras regiones. Pero un hado maligno echó una maldición en venganza por la desidia de quienes controlaron el devenir de la economía de la comarca; así muchas iniciativas fracasaron a lo largo de los últimos años, la fábrica de vidrio es el ejemplo más notorio del naufragio de quienes mezclan el poder político con la actividad empresarial. 

Arrastrados por el declive de la capital de la comarca, los pueblos del rural se desertizan, no solo por la erosión producida por la tala masiva del arbolado, sino por la emigración continúa de las generaciones más jóvenes; los centros escolares han perdido alumnos, más del 80% en algún caso, mientras que otros han cerrado sus puertas al no alcanzar un mínimo de escolares que permitiese su socialización. 

El pequeño comercio sufre las consecuencias de los “nuevos tiempos” y va perdiendo posiciones frente a las grandes áreas, las compras “online” o a la competencia de la oferta de la capital provincial. Muchos se han visto abocados al cierre, otros subsisten con grandes sacrificios, los menos siguen sorteando las dificultades y pocos mantienen una boyante posición. 

Vivo en Xinzo desde el año 1975, he sido profesor de más de dos mil alumnos y desarrollado mi actividad política en estas tierras. He sido acogido con hospitalidad, he compartido muchos acontecimientos con vecinos, tengo buenos amigos y he participado en hechos trascendentes en la reciente historia de la Limia. Me considero hijo adoptivo de esta tierra y por eso me duele profundamente su incierto futuro y me atrevo a aconsejar a la clase política un gran pacto por la Limia, con generosidad, con lealtad, priorizando por encima de las legítimas propuestas de partido medidas de choque que devuelvan la ilusión a los habitantes de esta histórica comarca.

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