Opinión

Noche oscura

La noche era oscura, apenas se distinguía algo a más de un metro de distancia, los nubarrones anunciaban la proximidad de una fuerte tormenta. Un  suave viento acariciaba la cara del anciano que deambulaba por las calles solitarias de la gran ciudad; iba absorto en sus pensamientos. El ciclo se cerraba, el final estaba próximo, era hora de rendir cuentas; ¿A quién? Lo tenía claro, así mismo, llevaba meses recordando los hechos más importantes de su vida. Un inesperado estruendo interrumpió sus pensamientos; se estremeció, recordó los bombardeos de la aviación nazi sobre la pequeña ciudad vasca, Guernica, él era un muchacho adolescente que no temía a la muerte. La guerra civil había marcado su destino; la derrota, el exilio, los campos de concentración, la segunda guerra mundial, la clandestinidad, el proselitismo, la cárcel, la tortura… ¿Para qué?, de fracaso en fracaso hasta la derrota final; había dedicado gran parte de su vida a una lucha contra un enemigo invisible, intemporal y poderoso; ¿Cómo iba a ganar? Y si lo hubiera conseguido ¿Habría cambiado algo?  

Empezaba a amanecer, se adentró en el parque tratado de ocultar su presencia a los primeros madrugadores, necesitaba la soledad, el silencio que le permitía enfrascarse en los entresijos de sus recuerdos. Sus primeros amores, su compromiso político no le había dejado tiempo para cimentar una relación sólida; ¡cuántos engaños y frustraciones! Reuniones, viajes, discusiones interminables, traiciones, abandonos, insensibilidad ante los problemas individuales; miseria, herejías, mentiras, manipulaciones, disciplina…robots al servicio del dogma. 

Los ídolos se desploman, son seres humanos, con sus virtudes y defectos. Insensibles al dolor ajeno, esclavos de la historia que tratan de construir con el único fin de aspirar a la eternidad en el recuerdo de la humanidad. ¡Ilusos!, ni grandes mausoleos, ni zigurats, ni criptas…solo son fosas que encierran el retorno a la madre Tierra, porque, no lo olvidemos, somos polvo estelar.

¿Y la infancia? Sin duda había sido un niño feliz; ajeno a los problemas económicos de una familia de clase media. Era el menor de siete hermanos, mimado por todos, el ojito derecho de su abuela materna que siempre le protegía de las bromas de sus hermanos mayores. Su padre era un convencido nacionalista, católico y autoritario; siempre estaría en sus recuerdos el enorme enfado  de su progenitor cuando se enteró que  su benjamín se había afiliado a las juventudes socialistas. ¡Qué lejos quedaba aquel ayer, que tanto marcó su vida!

Una mueca de dolor tensó su rostro, la punzada del corazón llevaba días repitiéndose, como el cartero que llama a la puerta para entregar una carta urgente. Quedaba poco tiempo; el único espectador de su periplo existencial abandonaba la sala de proyección. Nadie reproduciría ningún pasaje de su vida. Había tenido muchos enemigos, infinidad de adversarios, pocos amigos y un gran número de los llamados compañeros o camaradas; pero entre ellos muchos traidores que habían vendido su honor a cambio de las migajas del poder. 

Sintió frio, la punzada era más intensa, el dolor se hacía insoportable, intentó abandonar la soledad del parque, le fallaban las piernas, se cayó y su cabeza chocó violentamente contra el suelo, era el principio de un final anunciado. De pronto una imagen cruzó por su cabeza, era la de un anciano  que llevaba en brazos un niño,  corría desesperadamente hacía una luz cegadora  que iluminaba intensamente todo el espacio; el anciano envejecía a una gran velocidad, mientras el niño se cubría de un manto protector. En un instante la luz se apagó, la oscuridad lo cubrió todo. Dos horas más tarde un guarda bosques descubría el cuerpo inerte de un anciano tendido sobre el césped del parque del Olvido. 

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