Opinión

Objetivo: acoso y derribo

Puede alguien aguantar el hecho de vivir estando expuesto al escrutinio que haga público los secretos más íntimos que ha almacenado en el cerebro y que forman parte de su identidad oculta? ¿Cómo evitar que un filtrador anónimo facilite datos de nuestras actividades pasadas y que, fuera de contexto, pueden mancillar nuestro honor? Cristo advirtió: “El que esté libre de culpa que arroje la primera piedra” ¡Cuántas piedras arrojan muchos que se autodefinen como cristianos!

Afirma Byung-Chul Han en su obra “La sociedad de la transparencia” (pág. 91): “El control total aniquila la libertad de acción y conduce a una uniformidad”, y, citando a R. Sennett: “Los hombres tienen que creer y confiar en sus gobernantes; con su confianza le conceden una cierta libertad de acción y renuncian a un constante examen y vigilancia. Sin esa autonomía, de hecho no se podría dar ningún paso”.

El Gobierno de Pedro Sánchez está sufriendo las consecuencias de la condena a la que ha sido “merecedor” por haber ganado una moción de censura sin contar con el respaldo de los poderes fácticos de este país. Se ha dictado un mandato de acoso y derribo, utilizando para ello todos los recursos necesarios; sin valorar el daño que se hace al honor y dignidad de las personas elegidas como víctimas propiciatorias, ¡todo vale! Una Santa Alianza se ha conjurado para destrozar la imagen del “osado” y “temerario” advenedizo. A la derecha más recalcitrante que representan los partidos Popular y Ciudadanos, se unen los conspiradores del PSOE (algunos de los traidores del golpe en el Comité Federal del 1-O de 2016) que siguen organizados para erosionar la imagen del “hereje” secretario general, no dudando en filtrar cualquier dato que desgaste a los ministros y al mismo jefe de Gobierno. También participan en la deterioro del Ejecutivo los grandes empresarios que ven amenazados sus privilegios fiscales con las propuestas presupuestarias de los “diabólicos podemitas”, aliados coyunturales en la acción de gobierno. Y como guinda del pastel, se añade a la conjura la colaboración inestimable de algún siniestro “servidor” de las cloacas del Estado. 

La guerra de los “currículos” adulterados, las conversaciones grabadas clandestinamente, los “enchufes” académicos, las “amistades peligrosas”, las rectificaciones fruto de la inexperiencia de los nuevos ministros, la herencia envenenada de pérfidas alianzas, los bloqueos institucionales, la crítica al debate político en el conflicto con la Generalitat, la exigencia de pureza absoluta en el comportamiento humano… Todo vale, con el fin de evitar que se perciba la positiva acción de gobierno: sanidad universal, exhumación de los restos del dictador, refuerzo de los servicios sociales, fin de los recortes en educación y sanidad, ley de la eutanasia asistida, humanización en las políticas migratorias, aumento del SMI, profesionalización de la cadena pública de radiotelevisión española, mejora de la financiación de las comunidades autónomas, vía de diálogo político en el conflicto catalán, acuerdo sobre la estabilidad de las pensiones…

Estamos asistiendo a la radicalización de la confrontación política, donde el odio y la venganza priman sobre el consenso y la regeneración. Cualquier observador imparcial valorará los éxitos en 100 días de gobierno y el entusiasmo que las nuevas ministras y ministros le dedican a sus responsabilidades institucionales; a pesar de la presión a que son sometidos por el control total que, como afirma el filósofo Byung- Chul, intenta aniquilar su libertad de acción. Espero que la ministra de Justicia, Dolores Delgado, continúe en su función y no sucumba a la presión a que es sometida, porque su dimisión supondría la victoria de un corrupto chantajista

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