Opinión

Pedro Sánchez, entre Escila y Caribdis

La canción del grupo musical The Police “Wrapped Around Your Fingel”, del álbum “Synchronicity” (1983), cita a Escila y Caribdis como ejemplo de dos malas opciones, cada cual peor. El origen está en la mitología griega y se refería a dos monstruos marinos que acechaban a los navegantes en el estrecho de Mesina, entre Calabria y Sicilia. La decisión que debían adoptar los marineros era difícil, si se alejaban de uno de los monstruos podían caer en las garras del otro.

Las fabulaciones del Homo sapiens han condicionado toda su existencia, lo virtual y lo mitológico ocupan más del noventa por ciento de su tiempo desde que comenzó la revolución cognitiva, que supuso la irrupción de la historia en contraposición con las necesidades que marca la biología, que en la actualidad representa menos de un diez por ciento de ocupación. Mucho menos que el tiempo que se le dedica al chismorreo. Cuestiones como lo espiritual, lo religioso, la propiedad privada, las leyes, la nación, las normas, la economía y los chismes crean un muro de falsos debates que oscurecen lo esencial de la existencia que, a mi juicio, debe de ser la relación afectiva entre los distintos individuos que configuran la comunidad.

¿Qué pasaría si en un hipotético contexto histórico desapareciera el concepto de patria? No habría virtuales fronteras, los idiomas se relacionarían para adecuar el plano del contenido con la forma de expresarlo. Todos estarían automáticamente libres de cargas virtuales. Los ejércitos no tendrían razón de existir, cada individuo estaría autodeterminado por el mero hecho de elegir libremente el territorio donde establecerse para vivir. Pero la triste realidad es que hemos construido un mundo donde se debate lo fútil y se obvia lo trascendente. Y para poder convivir, no se pueden eludir las responsabilidades que supone la estratificación social. Además, irremisiblemente hay que adoptar decisiones que profundizan la grieta que separa las ideologías. 

En este contexto Pedro Sánchez es como el capitán que a bordo del navío trata de sortear los acantilados sin caer en el funesto remolino. Mal si aplica el artículo 155 de la Constitución, peor si se reúne con Torra, desastroso si favorece un referéndum de autodeterminación, traidor si impulsa un indulto a los condenados del “procés”, vengativo si no lo hace, mal si pacta con Podemos, vendido si llega a acuerdos con la derecha. Su aparente indefinición y sus gestos de energía redentora le permiten sortear el temporal, cada vez más agitado por la violencia de los comandos pseudo-revolucionarios del independentismo depredador. 

Ulises tardó veinte años en llegar a su patria Itaca, penalidades sin fin le acontecieron en tan corta como duradera travesía. Sánchez ha de sortear peligros y cantos de sirena en menos de veinte días. Trampas hábilmente diseñadas por los dioses de un Olimpo terrenal, traiciones de aristocráticas baronías y terribles cruzados de banderas sangrientas deseosos de entrar en combate. Pero afortunadamente cuenta con una avezada tripulación donde las amazonas superan en sabiduría a la Atenea mitológica y tratan de evitar el canto de engañosas sirenas. 

El mar está agitado, los piratas rondan los puertos, los cadáveres momificados resucitan reencarnados en bizarros templarios dispuestos a dar su vida por la victoria contra el infiel. Los modernos lotófagos ofrecen una sabrosa tisana de loto amnésico con el fin de que se olviden las promesas electorales, mientras los hambrientos lestrigones, ávidos de poder, tratarán de alcanzar el control de la Ínsula Barataria. Y ante tanta dificultad, nos preguntamos: ¿podrá Pedro Sánchez llegar a buen puerto? El 10 de noviembre sabremos la respuesta.

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