Opinión

El problema de los tres cuerpos de Poincaré y los jueces revoltosos


El Viejo Milenario ha hojeado recientemente la obra del polímata Henry Poincaré: “Últimos pensamientos”. En ella el autor, filósofo de la ciencia, analiza el debate que se inició y desarrolló en Europa en siglo XIX, que aún se mantiene en la actualidad, entre Moral y Ciencia. Con la posterior irrupción del Consumo, base del capitalismo salvaje responsable del cambio climático y de la alienación de la humanidad. La explotación de los recursos naturales sin control supone que el fin de la civilización, tal como la concebimos, está próximo. Pero, exceptuando unos pocos visionarios considerados locos, no tomamos conciencia del apocalipsis hasta que este se haya producido.

En el capítulo VIII de “La moral y la ciencia”, Poincaré manifiesta su confianza en que la ciencia impondrá la razón basada en los descubrimientos estableciendo un mapa de verdades teóricamente “absolutas”, como se ha hecho con los teoremas matemáticos y las leyes de la física. Sin tener que enfrentarse a teólogos, dominicos, metafísicos, dogmáticos y creacionistas que han perdido credibilidad y autoridad.

En los dos últimos siglos, los hombres de ciencia construyen sólidamente los avances tecnológicos, que han mejorado la vida y la salud de la humanidad proporcionado diferentes servicios que han dignificado a la persona. Se pensó que esos principios reinarían de forma absoluta y que nadie podía por murmurar contra ellos, que serían aceptados y garantizarían un nuevo pacto con la naturaleza. Para ello es imprescindible la incorporación trasversal, en los currículos escolares de todas las áreas educativas, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el respeto a la biodiversidad. Simultáneamente, es indispensable fomentar en el educando el espíritu crítico que les permita cuestionar los principios morales y las normas que se le ofrecen en el entorno en el que se desenvuelve su vida, para que pueda tomar sus propias decisiones. La persona con espíritu crítico cuestiona lo que otros le proponen, lo analiza, lo somete al escrutinio de su raciocinio, contrasta con otras informaciones, analiza desde el sentido común y acaba aceptándolo, reformulándolo o rechazándolo. Es el camino a la libertad. Experimentos totalitarios como “El Hombre Nuevo” fracasaron por creer que “es el partido quien dirige el proceso de reestructuración social y de reeducación de las masas” ( V.Ilich Uliánov – Lenín); supone la esclavitud y el sometimiento al Estado. 

Los cruzados de la violencia y el totalitarismo no admiten la libertad de pensamiento y sus profetas legislan para que el individuo vea limitada su autonomía y no pueda decidir sobre su cuerpo y su destino. El ejemplo más notorio es el de la Corte Suprema de EEUU, configurado por el “neofascista” Donald Trump que inicia una campaña contra el progreso, las libertades y cualquier tema que conlleve derechos y valores que se contraponen al deseo del líder.

 La justicia es un pilar fundamental en el Estado de Derecho; su descomposición y/o corrupción daña gravemente la estructura social del país y abre el camino a otras formas de Estado. El Viejo Milenario cree que los jueces que boicotean la renovación del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional debían de ser castigados obligándoles a resolver el problema de los tres cuerpos formulado por Henry Poincaré. La solución consiste en determinar en cualquier instante las posiciones y velocidades de tres cuerpos, de cualquier masa, sometidos a atracción gravitacional mutua y partiendo de unas posiciones y velocidades dadas. Los boicoteadores que no lo resuelvan serían suspendidos de sus funciones.

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