Opinión

El sabor de la miel

El poder seduce, atrae como la miel al oso, no importan las picaduras de sus furiosas defensoras, lo único importante es saborear tan exquisito manjar. Para ello todo es válido: garras afiladas, humo, agua, resistentes corazas, utensilios de todo tipo y la férrea voluntad de alcanzar el gran objetivo: comer la miel. 

Fuertemente pertrechados, cuatro adalides se disputan la victoria; para ello cuentan con aguerridos colaboradores dispuestos a dar sus vidas por sus jefes. Su fidelidad debe ser inquebrantable; su sacrificio, ineludible; su entrega, absoluta. Pero han de ser los líderes quienes reúnan las condiciones físicas y mentales que les permitan resistir las embestidas de sus adversarios y alcanzar así la victoria. Para ello cada uno de ellos tiene su estrategia, sus argumentos, su ideología y sus asesores.

El primero de los contendientes es perezoso, mentiroso, intrigante, irónico, mordaz, pueril, previsible y confabulador. El segundo es ambicioso, inseguro, débil, atractivo, imprevisible, funambulista y tenaz. El tercero es elocuente, instruido, pérfido, demagogo, agresivo, manipulador y teatral. El cuarto es seductor, atildado, sibilino, astuto, conservador, fatuo y mensajero.

El primero espera, el segundo actúa, el tercero escenifica, el cuarto avisa. El primero se enrolla, el segundo teme la soledad, el tercero gesticula, edl cuarto se acicala. 

El primero se deja querer y reparte dádivas. El segundo teme la traición. El tercero purga sus tropas. El cuarto rinde cuentas.

El tiempo pasa; las mesnadas están nerviosas, el escenario lleno de cadáveres, la miel esparcida y los “pactos” en el horno.

Tropas acuarteladas esperan el segundo asalto, se reservan para la batalla definitiva. Mientras tanto, el pueblo está perplejo, no comprende nada; ha apostado por el bizarro combatiente que defendiera mejor sus intereses y ninguno de los aspirantes merece su confianza. No actúan como líderes responsables sino como marionetas de un improvisado guiñol.

Hiel en vez de miel; mediocridad en vez de genialidad; la felonía suple a la lealtad; la mentira gana a la sinceridad y la decepción ocupa el lugar de la esperanza. Y lo más grave es que el primero está ganando, ha sabido usar mejor que ninguno sus funestos atributos. La miel como casi siempre en la mesa del rico y poderoso; es lo lógico, tienen el poder que da el dinero.

¡Para llorar!

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