Opinión

Secretos confesables

Finales del año 69 y principios del 70, el Viejo Milenario recuerda el compromiso que él y sus amigos más íntimos adquirieron al afiliarse al Partido Comunista que representaba la mayor oposición a la dictadura, identificado por esta como el origen de todos los males; por lo que debía ser extirpado sin importar los procedimientos. Todo empezó cuando Agustín Perianes los invitó a una reunión con Carlos Barros Guimeráns, en la actualidad doctor en Historia, especialista en Historia Medieval y fundador de Historia a Debate, en aquellas fechas era un fugitivo perseguido por la policía político-social. Escondido en Ourense, después de pasar una breve estancia en Xinzo en la casa de Carlos Casares (militante del F.E.L.I.P. E). El escritor aprovechó la oportunidad para presentarle a Antonio Rodríguez culto bibliotecario que sería el candidato del PCE en las elecciones municipales del año 1979 y al abogado Pedro Peaguda Penín. Barros era un personaje singular, vestía como un mendigante, hablaba con vehemencia, con el prioritario objetivo de hacer proselitismo, podemos afirmar que era un convencido apóstol marxista en busca de nuevos militantes que asumieran el “agi-pro” y la disciplina del Partido. 

A las reuniones, que se celebraban en el bar “Orellas” en la calle de la Paz a pocos pasos de la residencia del insigne profesor Otero Pedrayo, asistían Camilo Ocampo, Paco López Cambeses, Agustín Perianes, Gonzalo Iglesias Sueiro y, por supuesto, el revolucionario Carlos Barros. Los jóvenes compartían el rechazo al fascismo, la defensa de las libertades, la solidaridad con los principios del mayo francés, la condena de la invasión de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia y sobre todo en la necesidad de hacer “algo” contra la represión y el miedo que paralizaba a la sociedad. Sin embargo el debate fue más complicado de lo que esperaba el “agitador” comunista: Aunque todos compartían el rechazo al estalinismo, los jóvenes desconfiaban del PCE por su relación con el PCUS sin olvidarnos que su cuna era cristiana. Alguno de ellos (Perianes) había indagado sobre la posibilidad de afiliarse al PSOE, algo difícil al carecer en Ourense de organización y militancia conocida. Ocampo manifestó sus dudas en aceptar compromisos con un partido de ideología dominante, rechazó la dictadura del proletariado como método de control social y defendió a la persona como sujeto frente a la masa. La paradoja es que fue el único que estuvo retenido en la comisaria e interrogado durante un día completo, su “pecado” fue el haber facilitado la dirección de un pariente próximo para establecer contacto de Carlos con el partido. Ocampo decidió no asistir a ninguna otra reunión con el clandestino revolucionario. 

Los acontecimientos se desarrollaron a una gran velocidad. Perianes se integró en la célula de antiguos militantes, aunque compartió alguna reunión con la célula de los nuevos comunistas: Cambeses , Sueiro, Quiques, y López Polo. Decidieron hacer una política abierta a la sociedad y en ese camino se dinamizó la asociación cultural “Rumbo” convirtiéndola en “Breogán”, desarrollando una Intensa y frenética actividad. Los jóvenes antifranquistas compaginaron una vida clandestina con “pintadas”, “panfletadas”, movimientos estudiantiles, afiliaciones… con una vida en la legalidad con actos culturales y sociales en los que participaron los más notables y prestigiosos intelectuales. 

Han transcurrido más de 50 años, el hoy Viejo Milenario recuerda la generosidad de los que no dudaron en arriesgar el puesto de trabajo, la estabilidad familiar e incluso vida; en defensa de los principios recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. 

Carlos Barros sufrió tortura y cárcel, es un ejemplo de entrega a los demás.

Te puede interesar