Opinión

La soberbia, mala consejera

Oh Susana!, te has dejado seducir por la música de los viejos hados del bosque de la ilusión, has sido víctima de tu propio orgullo y te has creído la enviada del destino para redimir a los pobres socialistas huérfanos de un líder protector. Te has visto ungida con el óleo de los patriarcas de la verdad absoluta que previamente te habían investido con el halo de una nueva Juana de Arco y te has lanzado a la batalla redentora segura de tu incuestionable victoria. Te amparaban las viejas legiones de bravos y experimentados caballeros, te protegían los barones y aristócratas de vetusta nobleza, contabas con la ayuda inestimable de quintacolumnistas y poseías la información necesaria para conocer la estrategia de tu denostado rival. Los profetas del futuro anunciaban tu contundente éxito y muchos juglares y trovadores tenían aprendidos los versos que rememoraran tus hazañas y victorias. 

Pero algo ha fallado. Las huestes piensan, los peones se independizan, los villanos tienen voluntad y los militantes socialistas no olvidan. No olvidan la traición, recuerdan la vileza de la tarde de los cuchillos largos, les repugna la rendición ante el enemigo secular y, sobre todo, ya están cansados de ser instrumento para que algunos se instalen en la poltrona del poder de forma permanente únicamente para su disfrute personal. Las bases socialistas han dicho ¡basta ya! No más acuerdos vergonzosos, no a las puertas giratorias, no al tutelaje de las vacas sagradas, no a las baronías medievales, no a la profesionalización de la “clase” política, no al populismo vacuo, no a la deslealtad interesada, no a la prepotencia, no a la soberbia, no a la desideologización del partido, no a los cuchillos largos y un no rotundo a pactar con la derecha corrupta. 

Un categórico “sí” ha aupado a Pedro Sánchez a la Secretaría General del PSOE. Ha sido sí a la regeneración ética, ha sido sí al compromiso con los más débiles, ha sido sí a una alternativa progresista al desgobierno de Rajoy, ha sido sí a la participación activa de la militancia en la toma de decisiones políticas de gran trascendencia, ha sido sí al debate ideológico, ha sido sí a la recuperación de la identidad perdida, ha sido sí a la lealtad, ha sido un clamoroso sí al cumplimiento de los compromisos electorales, ha sido sí al respeto a la norma, ha sido sí a un liderazgo no tutelado por la aristocracia, los poderes fácticos y/o los grandes trust mediáticos y ha sido sí al futuro de un socialismo trasformador en pro de una sociedad más justa e igualitaria.

 Quisiera sugerirle a la compañera Susana que dedique su inmensa energía a mejorar las condiciones de vida de sus conciudadanos andaluces; que en confrontaciones electorales no vuelva a utilizar a compañeros marcados por el rencor y la envidia; que sea más humilde y asuma los contratiempos sin mostrar desprecio ni soberbia que tanto denigran a quienes los manifiestan; que no sea altiva ni prepotente y que asuma la derrota con deportividad, pues un mal perder es síntoma de un peor ganar; que no escuche el canto de sirena de cobardes y traidores que únicamente velan por sus intereses.

Termino con una frase del jesuita Jean Rimaud: “Nadie se hace persona sin haber triunfado en sus fracasos”. Espero que Susana así lo haya entendido, Andalucía lo merece.

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