Opinión

Umbrales de percepción

Se levantó cansado; toda la noche sus neuronas no dejaron de procesar los impactos informativos a que fueron sometidas en el día anterior. Pensó que el acceso a la información fue un privilegio en los viejos tiempos, “quien tenía información tenía poder”; sin embargo, en la actualidad cualquier ciudadano está sujeto a un bombardeo informativo que es incapaz de procesar sin agotar sus energías vitales. Los datos fluyen a una velocidad constante sobrepasando los umbrales de percepción de cualquier ser humano. Solo los más hábiles son capaces de filtrar lo sustancial de los acontecimientos sin caer en el desánimo y la frustración. Muchos renuncian al conocimiento, otros se refugian en actividades lúdicas, los más se informan solamente de lo concerniente a su vida laboral, no son pocos los que simplifican sus informaciones al mundo deportivo, la mayoría delega en la administración pública o instituciones sociales los avatares de la evolución de los acontecimientos. En este mundo de datos es la inteligencia artificial la única que está en condiciones de procesar el cien por cien de la información, sea cual sea la fuente emisora. 

Los poderes fácticos son conscientes del grado de alienación de las masas, lo que utilizan para introducir mensajes subliminales que manipulan la voluntad y conducen a la subordinación del individuo a los intereses económicos y políticos del imperio capitalista. Es difícil sustraerse al control de la mente cuando las religiones, las ideologías, las pasiones, los sentimientos y los deseos están siendo utilizados como instrumentos de dominio sobre la razón. 

Cogió los periódicos, que habitualmente leía, para informarse de los últimos acontecimientos, eran de hoy y sin embargo ya eran viejos. Abrió el ordenador y entró en internet, cada segundo se producían datos y noticias que indicaban que el mundo del conocimiento se trasformaba sin que las estructuras políticas se adaptaran para dar respuesta a las necesidades de la población. Mientras la inteligencia artificial dominaba el conocimiento, el ser humano seguía respondiendo a los mensajes de odio y a las manipulaciones emocionales que enturbian las relaciones humanas. 

El debate de investidura era un fiel reflejo de lo alejada que está la clase política de los retos que marcan el calendario de un revolucionario siglo XXI. Los grandes temas han sido obviados: la desertización, el cambio climático, la revolución tecnológica, la reforma educativa, la desigualdad creciente y, sobre todo, el éxodo de cientos de miles de desheredados del mundo en busca del paraíso terrenal y la respuesta insolidaria de la rica Europa.

Cogió el libro que estaba leyendo, “Sodoma” de Frédéric Martel. Le produjo una sensación de desasosiego, ¿la evidencia de un gran engaño? El autor entrevista a docenas de prelados, de testigos, de implicados… la certeza de la hipocresía de significados responsables de trasmitir la palabra de Dios.

Dios, la patria, España, el rey, la nación, el derecho a decidir… palabras que se utilizan para justificar la siembra del odio, de la violencia, de la confrontación con el otro. Se abonan los campos con la mentira y el miedo en la seguridad de que la razón está secuestrada por un alud de informaciones imposibles de procesar.

Puso el telediario y la mente quedó en blanco.

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