Opinión

Viajando con Blasco Ibáñez

No trato de imitar al genial Ryszard Kapuscinski, que tuvo el privilegio de viajar con Herodoto en un recorrido por el mundo antiguo en pleno siglo XX. Solo pretendo evadirme de una realidad sofocante que enturbia la mente y limita la libertad. Por ello inicio un viaje literario con uno de los escritores más universales de la literatura española. Me refiero al novelista Vicente Blasco Ibáñez; autor prolifero y narrador sorprendente, y lo hago acompañándolo en su vuelta al mundo en el año 1921. 

El Franconia (paquebote de 20.000 Tm) llega a la India, un continente dentro de otro. Los ingleses controlan la vida económica y militar de su colonia más querida (la joya de la Corona). El virrey tiene el poder absoluto sobre todos los reinos de la península y en su estudiada estrategia permite que el pueblo continúe con sus ancestrales costumbres haciendo la vista gorda ante “atrocidades” impensables en la vieja Europa. Es un mundo donde conviven cientos de creencias, en el que la huella de sus múltiples conquistadores se mezcla con antiquísimas costumbres. Es un país en el que la miseria extrema del pobre coexiste con la más insultante opulencia del rico. Paro al margen de cualquier discusión, para sus visitantes es hermoso, peligroso y singular.

 Lo primero que nos sorprende en la capital de Bengala (Calcuta) es la habilidad con que los cuervos entran en las habitaciones de los hoteles y roban con absoluta impunidad cualquier objeto brillante que esté al alcance de su pico. Los ladrones alados son viejos conocidos del personal del hotel que está al tanto de los escondrijos donde cada uno de los avezados cleptómanos guarda su botín, lo recuperan y se lo entregan a sus legítimos dueños; esperando ser gratificados por su rápido rescate. Pero no son solo los cuervos los animales que gozan de la libertad de entrar y salir de las habitaciones sin sufrir el castigo por su osadía; cientos de monos campan por sus respetos y son audaces en sus correrías por los tejados y balcones. Las vacas, animal sagrado para los hindúes, son las dueñas de las calles y nadie se atreve a limitar su lento recorrido a pesar de las molestias que puedan causar a viandantes y vehículos. Hasta las cobras más venenosas son respetadas, incluso cuando inoculan su veneno mortal a víctimas que han osado interrumpir su descanso. Muchos viven de su ascendencia sobre tan peligrosos ofidios; los “sapwallas” son encantadores de serpientes que gozan de cierta consideración religiosa como sacerdotes degenerados de un culto extinto. En realidad casi todos los animales gozan, en este impar país, de una libertad superior a la de los humanos. En este respeto absoluto a la vida de los animales hay una notable excepción, debida a la crueldad de la diosa Kali, a la que se le ofrecen sacrificios de sangre, generalmente cabras, pero clandestinamente se llegan a sacrificar seres humanos. Kali es la primera esposa del terrible dios Siva, denominado el Misericordioso, nombre que recibe a pesar del espeluznante collar de cráneos que luce sobre su pecho (¡vaya pareja!).

Tres lugares son de visita obligada cuando se viaja a la India: el río Ganges y la sagrada ciudad de Benarés, el Taj-Maal y las Torres del Silencio. A estos lugares les dedicaremos varias jornadas porque el programa y la compañía de tan prestigioso escritor merecen que se le dedique el espacio necesario para que ilustre nuestro entendimiento.

El viejo milenario abandonó el mundo onírico y volvió a la cruda realidad de febrero de 2021. El salto en el gusano del tiempo le permitió comparar los límites de los últimos cien años. La civilización había transformado a los humanos en destructores de la diversidad. Creyendo poseer el poder de dioses y la impunidad de los diablos, dualidad que les convierte en victimas de su auténtica fragilidad: polvo estelar con consciencia temporal.

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