Opinión

Viaje de retorno

El anciano, que había vivido miles de años, cerró los ojos y su mente viajó al infinito del tiempo. La gran explosión, primigenia del cosmos y precursora de la vida, iniciaba el periplo de la evolución desde el caos entrópico hasta la inteligencia artificial, creadora de los hijos pervertidos de la madre Tierra. Desde el principio todo estaba previsto, una oruga gigantesca unía en micromilésimas de segundo distancias de millones de años luz, la dualidad energética garantizaba la interconexión galáctica. El Todo expandía su presencia a través de la emulsión de la luz liberada de potentes agujeros negros. Lo negro dominaba el espacio infinito y las coordenadas multiplicaban las dimensiones donde la vida era el resultado de polvo estelar hábilmente evolucionado.

Los seres vivos actúan condicionados por su herencia genética añadiéndole los factores ambientales que se fueron incorporando a su herencia, aunque estos no lleguen a formar parte de su ADN, son determinantes en su relación con el entorno donde desarrollen su actividad vital. Los humanos, mucho más complejos que la mayoría de los seres vivos, incorporan además la influencia que el medio ejerce sobre su comportamiento individualizando los efectos y diferenciándolos muchas veces sin aparente base científica. La información epigénetica ha modulado la expresión de los genes sin alterar la secuencia del ADN. Llegados a este punto nos preguntamos ¿qué porcentaje de nuestra herencia es únicamente genético?, ¿acepta el sistema inmunitario el papel que le asigna la investigación científica en la defensa del organismo? 

Unos aplauden, otros hacen sonar las cacerolas. Muchos comprenden el esfuerzo inmenso del aparato del Estado en su lucha con el coronavirus, otros condenan la gestión de la pandemia. Los más optimistas creen que la victoria está cerca, los pesimistas afirman que el virus estará condicionando nuestras vidas por tiempo ilimitado. Unos fomentan el odio y la confrontación buscando rédito político, la mayoría apoya la solidaridad con los más débiles y demandan el consenso de las fuerzas políticas. La mayoría no es consciente del momento histórico que viven los seres vivos de este planeta. Lugar único creado para establecer el paraíso que nos fue concedido por la magnanimidad del Todo y, en nuestra ineptitud, maltratado y desdeñado. Mutante permanente, el coronavirus azota a la humanidad por su soberbia y desprecio a las leyes de la naturaleza.

El viejo visionó en segundos la esencia de su equipaje en el tránsito hacía la nada. Casi todo era desechable y sin valor alguno para tan sencillo viaje. La aceptación de la temporalidad consciente permite la inmortalidad inconsciente donde el “yo” ha perdido su razón de ser convertido en partículas esenciales con retorno energético a través del gusano cósmico. La maleta supone una carga innecesaria. 

 La triste despedida de los seres queridos es el más alto precio que nos hace pagar la letal criatura en su misión exterminadora. La soledad en el dolor, la indiferencia ante la muerte, el destierro en su morada, la injusticia del cautiverio, no hacen distinciones, afectan a todos por igual. El odio al adversario, la venganza del criminal, la falsedad del cobarde, el egoísmo de Epulón, la maldad del pederasta, son lastre del malvado. 

El viejo sonrió, él tal vez comprendía la eternidad del ciclo.

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