Opinión

Los vómitos de Bumba

Stephen Hawking y Leonard Mlondinow recogen en su obra “El gran diseño” la tradición oral de la tribu de los Boshongo sobre la creación del mundo: “En el inicio sólo había oscuridad, agua y el gran dios Bumba. Un día Bumba tuvo un fuerte dolor de estómago y vomitó el Sol, que después de un tiempo secó parte del agua y dejó al descubierto tierra firme. Pero el dios seguía con dolor de estómago y continuó vomitando. Así aparecieron la Luna, las estrellas y varios animales: el leopardo, el cocodrilo, la tortuga… y finalmente el hombre”. Los autores del texto recogen varias teorías primitivas sobre el origen del Universo y llegan a la conclusión que en la actualidad se sigue preguntando: ¿por qué existe un universo y por qué es como es?

Los grandes interrogantes sobre el origen y paternidad del Cosmos se pueden compartir con la incógnita de lo que representa el Homo sapiens en el Edén en que desarrolló su evolución. Evolución que fue dejando en el camino a docenas de ramificaciones de homínidos víctimas de la enfermedad, el hambre, la lucha por el territorio y por las inclemencias del tiempo. Pero en su recorrido evolutivo, fue adquiriendo potentes recursos que le permitieron imponerse a la adversidad en una naturaleza hostil. La selección de los más fuertes e inteligentes fue un factor determinante para evitar su extinción en momentos de enfermedades, que fueron letales para los otros. Aunque la esperanza de vida era corta a causa de la gran mortalidad infantil, comparándola con el mundo moderno, la longevidad de los supervivientes fue similar a la de los más ancianos de la actualidad y además con menos incidencia de enfermedades degenerativas. En tiempos de escasez de alimentos, se sacrificaba a los recién nacidos mientras los más ancianos optaban por una muerte voluntaria, algo que muchos pueblos continuaron haciendo durante milenios.

¿En cuántas ocasiones se ha visto la raza humana en peligro de desaparición? A lo largo de su corta existencia la humanidad supero varios cuellos de botella (se llama cuello de botella cuando una especie ha perdido tan gran cantidad de miembros que corre el riesgo de extinguirse, aunque luego lo supera). El más conocido tuvo lugar hace 70.000 años, cuando el volcán Toba entró en erupción produciendo un invierno volcánico del que solo sobrevivieron unos pocos miles de Homo sapiens. Otro cuello de botella sucedió a finales del Neolítico, hace aproximadamente siete mil años, cuando empezó a colapsarse el cromosoma Y, llegando la proporción de hembras a superar los 17-1 en relación a los machos; otra causa fueron las guerras patriarcales entre clanes que diezmaron la población masculina. Además de los cuellos de botella, ha habido enfermedades que han reducido poblaciones de forma drástica, como la Peste Negra o la gripe y la viruela en las poblaciones aborígenes americanas después de la llegada de los europeos. Y no debemos olvidar que la agricultura y la ganadería doméstica han sido una fuente permanente de enfermedades en el Neolítico, ya que parásitos que se desarrollaban en animales salvajes pasaron a infectar a los humanos, algo que sigue sucediendo hoy con la desaparición de los hábitats de los animales salvajes.

La “inteligencia” de los ejércitos virales les hace adoptar medidas defensivas y ofensivas en periodos muy cortos de tiempo. Tratando de evitar la derrota en su lucha contra el ser vivo que más daño ha hecho a Gea y a sus múltiples hijos. Bumba sigue vomitando y lo hace asqueado por la conducta de los herederos del mono desnudo, que han sido infectados por el virus más letal: la avaricia, como expresión de un superego explotador y aniquilador de miles de especies. 

La biología del coronavirus puede llevar a un nuevo cuello de botella si la humanidad inteligente y su talento no aprenden a convivir con la Naturaleza. Evitar el apocalipsis es tarea de todos, incluyéndote a ti. 

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