Opinión

Los inmortales

Explicaba Eduard Punset en una entrevista el elevado precio que ha tenido que pagar el ser humano por ser único e irrepetible, por ocupar un lugar en el tiempo y en el espacio, por no parecerse a ningún otro, por ser dueño absoluto de sus actos y sus decisiones: ese enorme precio es la inmortalidad.

Pero algunos no vieron esta entrevista o no estuvieron atentos al mensaje. Son los que desafían a la suerte, los que aceleran la llegada a su destino. Son los que todavía no han entendido nada sobre este puñetero virus del que llevamos hablando un año. Los vemos cada día asomándose de forma ofensiva a los medios de comunicación o compartiendo fotos en sus redes sociales. El mensaje del uso de las mascarillas no les ha llegado, como tampoco la importancia de la distancia social, ni lo oportuno de dejar las fiestas y celebraciones para cuando haya algo que celebrar. 

El último ejemplo ha sido la influencer brasileña Ygona Moura, que acaba de fallecer víctima del covid tras catorce días ingresada en la UCI. A esta joven le gustaba compartir fotos con sus más de cien mil seguidores de Instagram en las que podíamos observarla haciendo del negacionismo su bandera. Animaba a otros a seguir su ejemplo y renegaba de los efectos del covid. Su última foto fue bien distinta, estaba ingresada en el hospital y conectada a una máquina de oxígeno. 

Mientras esto ocurre en una parte del mundo en nuestros hospitales los espacios son cada vez más escasos y los enfermos más numerosos. Muchos de los que tientan a la suerte deberían saber que el Remdesivir –uno de los pocos fármacos que hasta ahora ha demostrado alguna eficacia contra el covid- es un bien limitado, que no está siempre disponible ni en las UCI, ni para todos los enfermos. Alguien tiene que decidir a quién se le administra y quiénes deben seguir esperando.

Son los médicos a quienes les ha tocado jugar a ser dioses y tomar decisiones de las que nunca les hablaron cuando estudiaban Medicina. Los imagino en boxes recibiendo el frío parte de ingreso y decidiendo quién ocupa la última UCI libre. Mujer, 53 años, se ha contagiado prestando servicios de voluntariado en el reparto de comida a personas impedidas de la tercera edad. Varón, 32 años, se ha contagiado en una fiesta clandestina donde había pasado las últimas 48 horas sin ninguna medida de seguridad. Lamentablemente no siempre es tan fácil. 

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