Opinión

Apropiación indebida

Quienes nacimos en una ciudad pequeña estamos acostumbrados a que esta sea noticia sólo cuando suceden cosas malas. Y a veces ni eso. La elección del candidato de Ciudadanos, Mario Simón, como alcalde de Palencia ha sido el paradigma del cambalache en el que PP, Ciudadanos y Vox han convertido la elección de alcaldes, tomando algunas ciudades como mera mercancía de intercambio e ignorando la voluntad expresada por los ciudadanos, con minúscula, en las urnas.

Ya damos por amortizados los discursos del "que gobierne la lista más votada" y pasó a mejor vida la demonización de los "gobiernos de perdedores", mantras sostenidos por el PP cuando convenía. Ya nadie tiene duda de que los tres partidos constituyen un ente indisoluble, por mucho que se quiera disimular. Pero incluso desde esas bases, el reparto de poder debería someterse a algunas normas que marca el sentido común, esa virtud tan devaluada que, sin embargo, convierte la mera legalidad en legitimidad. Porque la elección del alcalde fue impecablemente legal, faltaría más, pero llegar a la alcaldía con 3 de los 25 concejales cuando uno de tus socios, el PP, obtuvo en las urnas el triple de representación, tiene difícil justificación.

Y no es una opinión de este observador. El exalcalde popular, Alfonso Polanco, se mostró la víspera contrario a la operación para respetar la voluntad expresada por los palentinos "de forma clara y contundente" en las elecciones. Esto es, según su opinión, que hubiera un Ayuntamiento de centro-derecha presidido por él como candidato de la lista más votada con gran diferencia. La única concejala de Vox, Sonia Lalanda, indispensable para fraguar la mayoría, fue aún más contundente cuando horas antes del pleno calificó de "chalaneo y vergüenza" la operación de encumbrar al candidato de Ciudadanos a la Alcaldía, y se despachó con ambos partidos tildándolos de "marionetas al servicio de los intereses partidistas". Horas después se diluyeron las líneas rojas, se bendijo el chalaneo y Ciudadanos se hizo con la alcaldía.

No hay que tener un máster en Harvard para concluir que la decisión no se tomó en Palencia, que la orden llegó desde otros despachos en los que se decidió que la voluntad de los palentinos podía ser hipotecada y que el Ayuntamiento sería un valioso cromo a intercambiar por el gobierno de la Comunidad Autónoma. Una vergüenza de la que no se ha hablado lo suficiente en el resto de España. Ya se sabe lo que ocurre con las ciudades pequeñas.

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