Cumplí el servicio militar en una oficina de la Caja de Reclutas en Zaragoza. Llegó el mes en que los estudiantes universitarios podían solicitar prórroga por estudios. Con ello, la ley les facilitaba retrasar su incorporación a filas y continuar el curso sin interrupción. Este que escribe era el encargado de recoger las solicitudes, bajo la supervisión de un capitán de oficinas militares.
Cierta mañana entra por la puerta un joven estudiante con un beche tan llamativo que, a primera vista, daba la impresión de un chivo con barba estremecidas por el viento.
El capitán, con cara de ferreiro, vio como uno recogía la documentación que el mozo universitario presentaba. Cuando lo perdió de vista, el oficial me pregunta:
-Y este idiota, ¿porqué presume tanto de sus barbas?...
-Creo, mi capitán, que es un "existencialista".
-¿Un existencialista?... ¿Y qué coño es eso?...
Le aclaré como mejor pude en qué consistía esa corriente de pensamiento, muy de moda entonces.
-Pues, mira, para mí este tío no es más que un auténtico gilipollas. ¡Y que no vuelva por aquí!
Y así acabó el asunto.
