Opinión

Cartas Galicia - Madrid: La risa de Satanás

Itxu Díaz - La risa de Satanás

Querido compadre Quero:

Ha salido el sol en Galicia. Asoman por debajo de las faldas del horizonte las primerísimas costuras de la media sedosa de la primavera. Es una falsa alarma, por supuesto. Aún nos faltan las nieves, el frío, y esos campos arrasados de escarcha. Pero aquí los días ya han comenzado tímidamente a alargarse. Cuanto más nos sumergimos en las ciudades, más de espaldas vivimos a los ciclos naturales del campo y las estaciones, y es una lástima, porque hay toda una escuela de vida en ver mudar colores y aromas, luces y sombras, flores y ramas desnudas.

Hay días en que es mejor contemplar el bosque que el periódico, porque al menos allí los animales no aspiran a ser nada más que lo que son, no como en las páginas de Nacional de la prensa, donde todo cerdo quiere su coche oficial y su título de excelentísimo, que a todo el Gobierno le queda inmenso.

Hay por ahí una secretaria de Estado que tiene nombre de abatidora de patos, Pam, que se parte la caja ironizando con los violadores y agresores sexuales que están saliendo a la calle gracias a su ley. Vamos camino de los dos centenares de hijos de perra beneficiados por la enésima basura de la Montero, muchos de ellos ya en la calle –probablemente seleccionando su próxima víctima-, y en el Ministerio de Igualdad se ríen, hacen chistes con las violadas, y dicen que todo son inventos de la extrema derecha, como si excarcelar a la peor escoria que tenemos en el talego fuera un hecho discutible según la ideología de cada uno.

Según contaba el viernes La Región, la bochornosa ley del sí es sí permitirá salir de prisión al violador de una niña de once años, recibiendo el premio de quedar en libertad doce meses antes de lo que le correspondía en nuestra generosísima justicia previa. Hoy la cría tendrá cerca de 25 años, la vida rota por culpa de esa escoria humana, y añadirá en las alforjas de su difícil recuperación el lastre de cruzarse con la rata, de ver pasearse ufano a su agresor, que por supuesto, volverá a hacerlo, porque siempre vuelven a hacerlo, porque por más monserga teórica que invente la justifica progresista, no existe en la práctica ningún tipo de reinserción posible para violadores y pederastas, salvo aquellas que no permite la ley. Y mientras este monstruo campa a sus anchas por Ourense, uno entre un millón en España, la secretaria de Estado de Igualdad se descojona del asunto.

A menudo la salud de una democracia puede medirse analizando quién está contento y quién contrariado. En este momento, las víctimas de violaciones vuelven a tener que cruzarse con sus agresores, y las víctimas de ETA vuelven a tener que cruzarse con los asesinos de sus seres queridos, con todos los pistoleros reunidos de nuevo en torno a sus pueblos, en esa región de moral fallida en que se ha convertido el País Vasco. Duró poco el tiempo en que el socialismo prometía que venía a apoyar a los débiles; pero lo que no habíamos visto antes en España es un Gobierno que presuma tanto, y tan gratuitamente, de pisotear a los débiles y promocionar a los matones.

Y qué risas en el Ministerio de Igualdad. Qué miradas, qué rostros desencajados, qué declaraciones, qué gestos, que anuncios, qué despilfarro, qué gente más chunga. Al contemplar a la ministra y su rebaño, más que pensar en reducirles el presupuesto, pienso en aumentárselo para llenar esas dependencias de psiquiatras cuanto antes. No sé por qué a veces nos empeñamos en hacer política con gente que todo lo que necesita es un diagnóstico urgente.

En fin, querido compadre, ahora entenderás por qué prefiero hablar del tiempo, de la lejana promesa de una primavera, y de las nieves que vendrán para teñir de reflejos plateados las montañas.

Javier Quero - Reflexiones desde el atasco

Querido compadre Itxu:

Madrid es invivible. Creo que esto ya te lo he comentado. Lo dice un madrileño, o sea, yo. Esta semana lo he comprobado de nuevo al verme atrapado en un atasco monumental que transformó un recorrido de 30 minutos en dos horas. Lo tomé con la mayor relajación posible, escuchando con deleite el podcast de Popes80. Para que te hagas una idea, mi velocidad máxima alcanzada puede estimarse en diez metros cada tres canciones. Desde la ventanilla del coche contemplé cómo me adelantaban varios caracoles y un par de diputados de Ciudadanos que presentaban graves heridas abiertas, sin duda procedentes del congreso de integración de su partido. Por cierto, a Edmundo Val le pasa en la política lo que a la mayoría de los españoles en la lotería de Navidad: que nunca gana nada. Tiene tan mala suerte este señor que no me extrañaría verlo pronto por la calle abrazado a Shakira.

Volviendo al atasco, intenté escapar variando el trayecto en dos ocasiones y en ambas me topé con agentes de movilidad que me obligaban a desviarme de nuevo hacia la jungla de asfalto. Ignoro por qué los llaman agentes de movilidad en lugar de inmovilidad, que sería más apropiado. Reflexioné sobre el motivo de tan extraordinario colapso de circulación: ¿el aterrizaje forzoso de un avión en el Paseo de la Castellana? ¿Quizá la erupción de un volcán oculto bajo la Cibeles? ¿Tal vez una invasión alienígena en el Bernabéu? Busqué afanosamente en boletines de noticias, periódicos digitales y demás recursos informativos sin obtener respuesta. Sólo una breve reseña hablaba de una manifestación relativamente cercana a la zona donde me encontraba. Ninguna otra referencia informativa. Lógico, por otra parte, pues los atascos producidos por manifestaciones en Madrid no son noticia, sino algo cotidiano entre los madrileños, como no responder al saludo si te dan los buenos días en el portal.

Esto de la capitalidad, que tantas ventajas se supone que aporta, es en realidad una condena. Vivo lo más alejado posible de la gran ciudad, pero cada vez que me veo obligado a visitarla lo hago provisto de ansiolíticos. Y ni aun así. Ignoro el motivo de los manifestantes del día de autos, de autos atascados, pero da lo mismo. Tengo la sensación de que a los propios convocantes también les da lo mismo pues suele ser escaso el caso que les hacen. ¿Regantes, agricultores, médicos, transportistas? ¡Qué sé yo! Aficionados. Aquí las manifestaciones de verdad se organizaban cuando los que ahora sostienen al Gobierno estaban en la calle. Entonces se rodeaba el Congreso o se ocupaba la Puerta del Sol y se tomaba la Castellana, quemando contenedores y arrancando señales de tráfico. Poco que ver con estas concentraciones bajas en calorías de ahora.

Imagínate que el gas, la luz, la gasolina, la cesta de la compra, los alquileres y las hipotecas alcanzaran máximos desconocidos. Supón que los golpistas fuesen absueltos adaptando el código penal a sus intereses y que se excarcelaran violadores y se amnistiara a corruptos. Y que el portavoz del partido en el poder amenazara a los jueces díscolos con enviarlos a prisión y se retorcieran las leyes para manejar el poder judicial como una marioneta. Y ahora figúrate que todo eso estuviese ocurriendo con un Gobierno del PP. ¿Te lo imaginas? Yo sí. Gracias a Dios, y también a Albert Rivera, tenemos a Pedro Sánchez en la Moncloa. De otro modo, Madrid no estaría atascada sino en llamas. Gratitud, por tanto, a los palmeros de la alabanza a lo bonzo, a quienes respaldan al presidente para alabarlo o para lavarlo, a los validos y a los balidos. Sin ellos pasaríamos del atasco al desorden público agravado.

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