Opinión

Cartas Galicia-Madrid: "Santificarás las juergas" y "Navidez"

Querido compadre Quero:

Te resumo la actualidad del momento en unos segundos: Irene Montero no sé qué, qué mal me cae Luis Enrique pero qué alegría el 7-0, y ya es Navidad. 

Que a mí me encanta la Navidad, no me tomes por el Señor Scrooge de Dickens, pero precisamente por eso me gusta comer polvorones en las fiestas navideñas y no en el mes de Difuntos. La gastronomía es como una especie de termómetro del santoral, que es el que marca el discurrir de los tiempos de cada año. Y los huesos de santo maridan –como dicen los cursis- fatal con el turrón. Pero, mira, como ahora también hay un montón de tipos con coche oficial intentando cargarse la Navidad por ser una fiesta cristiana, he decidido que este año ni siquiera me voy a enfadar porque empecemos con las luces incluso antes de que comience el Adviento. Así que, la casa por la ventana: ¡Feliz Navidad, Papá Noel! 

[Nota para los lectores: debido a la adicción a los polvorones de mi compadre, cada año se parece más y más a Santa Claus, los niños le paran por la calle y le piden regalos, y los papás le gritan eso de “¡Oh, Oh, Oh!” a su paso. Tanto se parece, y esto no me lo podrá desmentir, que en la pasada Navidad pudimos verlo haciendo de Santa Claus en el especial navideño de Leo Harlem en Telemadrid y ni siquiera tuvieron que caracterizarlo].

A todos nos pasan factura los atracones navideños, pero me crispa esta obsesión mediática por anunciar en cada temporada cómo puedes hacer para adelgazar justo antes de que empecemos a engordar: antes del verano, la operación bikini, pero a mediados de agosto ya están con esos de reportajes de “cómo perder los kilos de más que has ganado con los excesos veraniegos”, y ahora, aún no hemos empezado a ponernos ciegos de turrón, y ya he leído varios reportajes sobre cómo desprenderse de las lorzas de Navidad. Estoy deseando que un periódico me diga: “Comienza la Navidad: cómo ser feliz y disfrutar poniéndose como un maldito hipopótamo”.

Me gustan los árboles con lucecitas, pero lo que corona mi casa desde que tengo uso de razón es un precioso belén, que representa la escena que origina la celebración, el nacimiento del Niño Dios. Creo que, si olvidamos lo esencial, la fiesta más alegre del año resulta tan decepcionante como Hazard. Por eso me ha alegrado saber que la eurodiputada del PP Isabel Benjume ha logrado que, por primera vez en la historia, el Parlamento Europeo instale un belén. 

La primera sorpresa, compadre, ha sido descubrir que la maraña burocrática del Parlamento Europeo nunca permite que se instalen belenes porque por lo visto, ofenden a las creencias individuales. Se me antoja difícil que exista algo que ofenda más a las creencias individuales que la propia Eurocámara, pero de ser posible que algo así ocurra, me pregunto qué clase de conciencia puede sentirse ofendida por instalar un nacimiento en Navidad, cuando hablamos de la misma conciencia que acoge banderitas, eslóganes y zarandajas de todos los colores para reivindicaciones y fiestas artificiales que poco o nada tienen que ver con la conciencia y la Historia de Europa. 

La segunda sorpresa es que, tras el visto bueno de la presidenta del Parlamento, se instalará el día 30 el belén, que ha sido encargado al belenista Jesús Griñán –no confundir con El Dioni-, y que será sufragado por los propios eurodiputados del PP. Celebro su iniciativa pero no puedo dejar de ver en el fondo la obsesión de la UE por desvincularse de cualquier iniciativa cristiana, como si la civilización occidental hubiera salido de un huevo Kinder, o hubiera sido levantada por jeques qataríes a los que nadie quiere ofender. 

En fin, Santa Claus, quedémonos por una vez con lo bueno.

Querido compadre Itxu:

Celebro que celebres la Navidad, pero de seguir adelantando su inicio, en lugar del Niño Jesús, acabaremos poniendo en el pesebre un test de embarazo. La avidez por la Navidad es la Navidez, palabro que deberíamos adoptar para justificar que ya en octubre -sí, en octubre, has leído bien- hubiese árboles de Navidad a la venta en algunos centros comerciales de Madrid.

Entre propias e importadas, se nos acumulan las fiestas. Hay que poner orden. La anticipación de la Navidad debe llevar consigo que el Black Friday se traslade a principios de noviembre, el halloween de todos los santos a octubre, la Hispanidad del Pilar a septiembre, la vuelta al cole de las rebajas a agosto, la Asunción y San Fermín pueden unirse en junio, el día del trabajo situarse en abril, la feria de abril en marzo, las fallas en febrero, carnaval en enero y los reyes… Bueno, los reyes ya veremos porque nuestros actuales dirigentes desean que no vuelvan. ¿Y la Semana Santa? Que cada uno la celebre en su casa cuando quiera, en la intimidad, pues, como reza el refrán, la procesión va por dentro. Buen argumento para los que pretenden hacernos la pascua.

El comienzo de la Navidad viene marcado por el alumbrado público, que no es un parto en una plaza, como podrían pensar algunos iluminados. Encender el interruptor se ha convertido en un acto festivo, como un chupinazo de kilowatios que estallara en una palmera de leds. En Madrid, el magno acontecimiento se produjo la noche del jueves. Almeida, con su mejor sonrisa, la que tiene, hizo click e inmediatamente decenas de miles de bombillas transformaron la noche en día. Lo de la iluminación navideña puede parecer un asunto baladí, sobre todo cuando hace unos meses había partidarios de apagar los escaparates para ahorrar energía. Sin embargo, está comprobado que la luz anima a comprar. Por eso, los comerciantes aumentan las ventas gastando más luz para poder pagar la luz.

Allí en tu Galicia, que es la mía, tenéis al Papá Noel vigués, Abel Caballero, que ha hecho de la Navidad la razón de existir de su mandato. Entre críticas y elogios, lo cierto es que ediles de toda la España le están copiando. Y ya no son solo los adornos lumínicos, sino los villancicos a todo trapo en las calles, que producen perforaciones de tímpano a golpe de pandereta.

Más de un mes queda para Navidad y ya están los peces en el río bebiendo y bebiendo y volviendo a beber mes y medio seguido. No me extraña que no quede agua en los pantanos.

Estas serán las Navidades más caras de nuestra Historia. Podemos afrontar esta situación de varias formas. Una, comiéndonos el turrón blando sobrante del año pasado como si fuese el turrón duro de éste. Otra opción, recomendada desde siempre, es adelantar las compras. Claro, que si también se adelantan las fechas de la celebración, calculo que el pavo habría que irlo encargando en primavera y los polvorones en agosto, que da sed sólo pensarlo.

Me reconozco amante de la Navidad. Me sigo emocionando como el niño que nunca dejé de ser. Me apunto a todo: calendario de adviento, árbol con bolas, espumillón hasta en la sopa, belén, turrón y mazapán, papa noeles y reyes colgando de los balcones como si fuesen a asaltar viviendas, guirnaldas de luces, renos y camellos, flores de pascua, Manolo Escobar y Mariah Carey, roscón y panetone… ¡Lo quiero todo y lo quiero rápido! ¡Que me pongan el pack completo! ¡Ya es Navidad! Navidad, esa etapa de recogimiento, así llamada porque pasadas las fiestas hay que recogerlo todo. Pero permíteme, compadre, que dada la altura del calendario en que nos encontramos, finales de noviembre, aproveche para desearte ya felices vacaciones de verano.

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