Opinión

Cartas Galicia-Madrid: "Las buenas noticias" y "Pajarillos y pajarracos"

Querido compadre Quero:

No sé a ti pero a mí me agota un poco el pesimismo reinante, tal vez influido por la política, que lo invade todo. Resulta que ya ni la llegada de la primavera podemos celebrar. Echo un vistazo a la prensa y ya no es noticia la subida de las temperaturas, los cerezos en flor, y los almendros vestidos de boda. Hablan los periódicos estos días de cómo viene la primavera para los alérgicos, de la amenaza de la sequía, y hasta del tipo de insectos que nos picarán los próximos meses. ¿Qué le pasa a la gente? ¿También hemos olvidado lo del poeta Antonio Machado?: “Doña Primavera / de aliento fecundo,/ se ríe de todas/ las penas del mundo…”.

La naturaleza, ajena a prejuicios ideológicos, monta su fiesta sin importarle lo más mínimo si los hombres se admirarán de su belleza, o si llorarán entre jardines floridos lamentando su mala fortuna. Cada año, no faltan a la cita los jilgueros, los petirrojos, los zorzales, los verdecillos, y los trigueros. Endulzan el sol tibio de finales de marzo con gorjeos nupciales, porque les llega la hora de hipotecarse. 

Se afana en esta tarea el chochín macho, que construye a conciencia varios nidos, defiende con agresividad su territorio, y fuerza a las hembras a visitarlos, llegando incluso a retener a dos o tres mujeres pajarito; asunto en el que, no obstante, aún no ha intervenido el Ministerio de Igualdad Animal, pero, cuando a Belarra y Montero se le pase el cabreo por lo de la Yoli, empezarán a ocuparse de ello. 

Busco con entusiasmo estos días noticias sobre la curiosa actividad cantora y sexual del chochín, y todo lo que encuentro sobre el papel son alusiones a alguien que, imagino, será familiar lejano, y que responde al sobrenombre de “Chocho Volador”. Confío en que tú, gran conocedor de las especies y subespecies con que el Buen Dios regó el mundo, puedas aclararme qué tipo de pájaro es ese, y en su caso, cuál es su canto y su época de cría. Que se rodea de las mismas costumbres sexuales pendencieras que su primo menor el chochín ya lo he intuido, por lo poco que he leído de la primicia. 

Como sea, compadre, me niego a renunciar a la fiesta de las flores. Cuando acabó la pandemia, mis amigos de Un Pingüino en mi Ascensor sacaron un disco con canciones surgidas de tan desagradable experiencia, y lo titularon de forma extraña, sí, pero con una sencillez sobrecogedora: “Hace sol y es viernes”. Querían celebrar el final de la pesadilla y eso es lo que, al menos para mí, sigue representando cada año la llegada de la primavera. No habrá Consejo de Ministros capaz de sacarme del placer de contemplar, con los versos de los poetas, los jardines aromáticos, el lento ritual de la apertura del armario con la ropa de verano, y el canto sensual de los pájaros al despuntar el día. 

Hace tiempo que los orensanos me enseñaron a dar la espalda al mundo y admirar la belleza del equinoccio en los días de las flores y la tibieza en el termómetro, gracias al fenómeno casi sobrenatural que se produce en estas fechas en la capilla de San Miguel de Celanova, en el huerto del monasterio de San Salvador. En estas fechas se da un milagro que se reparten a medias el patrimonio natural y el patrimonio arquitectónico: en los equinoccios de primavera y otoño, al amanecer, el sol se inserta en el interior del templo, atravesando los dos arcos de herradura de la capilla, formando una preciosa estrella durante unos minutos. Este año ha sido todavía más especial, porque el pasado 21 de marzo esta capilla erigida por San Rosendo en el siglo X celebró también el centenario de su declaración como Monumento Nacional. 

Estas pequeñas bellezas que esconden los pliegos de la vida, compadrito, son las que cuentan y las que debemos celebrar, y no las alergias, las sequías, y otras tristezas. ¡Cuánto cenizo hay suelto!
 

Querido compadre Itxu:

Como glosas en tu inspiradora misiva, sobradamente conocida es mi afición por las aves, en especial por la perdiz en escabeche. Dentro del universo aviar, la familia Troglodytae, a la que pertenece la especie denominada chochín, es la única con presencia en Europa, como sin duda sabes. Se trata de un ejemplar de entre 8 y 12 centímetros y de enorme vivacidad, que se caracteriza por su color pardo rojizo y su costumbre de mantener la cola en alto. Su nombre científico significa “cavernícola” y se debe al hábito de construir sus nidos en cuevas. Comprendo tu inquietud al haber leído esta semana titulares del estilo: “la juez del caso Mediador cita a declarar a chocho volador y analiza su cuenta belga”. Al parecer, la noticia alude a una amiga del general de la Guardia Civil encarcelado por este caso, así apodada.

Desconozco el motivo de haberle adjudicado tan cariñoso apelativo a esta señora, aunque me temo que estamos hablando de otro tipo de pájaros muy distintos, si bien guardan ciertas similitudes que podrían resumirse en el principio científico “aquí el que no corre, vuela”. Creo, no obstante, que son más las diferencias que los distinguen. Por ejemplo, los chochines forman bandadas y los compinches del Tito Berni formaban una banda. Podrían también, los integrantes de ese grupo, asemejarse a los buitres, si no fuera porque éstos se alimentan de carroña y los otros preferían cenar en el Ramsés, restaurante de postín de la capital, porque son de pico fino. Sus hábitos reproductivos son, asimismo, muy distintos, dado que el cortejo para la reproducción de los pajarillos tiene lugar en las copas de los árboles y estos pajarracos no se andaban por las ramas, prefiriendo las copas de prostíbulos de lujo para entregarse a la coyunda. Por ultimo, unos tienen plumas y los otros deberían ser emplumados.

La belleza del vuelo de aves en libertad poco tiene que ver con las fechorías de estos bichos de altos vuelos que anidan en los despachos oficiales. En el asunto conocido como caso Mediador todo es cutre, como por otro lado suele ocurrir con la corrupción en nuestro país. Desde el grupo de whatsap que compartían los implicados, con el nombre de “equipo A”, hasta el propio Tito Berni y sus fotos descamisado, de fiesta en una habitación de hotel, que recuerdan a aquellas imágenes de las orgías de Luis Roldán en calzoncillos jugando con un gorila hinchable. 

Lo demás, como puedes suponer, lo habitual: mediaciones políticas, comisiones y mordidas, puticlubs y drogas. Nada nuevo. Algo ya visto en el caso de los ERES de Andalucía, en el que unos cuantos manguis se esnifaron el dinero de los parados.

Se dice que España es país de pícaros, pero frente a los nombres pretéritos y casi épicos del Lazarillo de Tormes, Guzmán de Alfarache o don Pablos El Buscón, los delincuentes con corbata y quienes les rodean hoy ostentan alias grotescos como El Albondiguilla, La Pechotes, El Bigotes y, ahora, Chocho Volador, este último insuperable. Tampoco se quedan atrás los nombres dados a las investigaciones para desarticular estas tramas donde la creatividad ibérica nos ha dejado perlas como Operación Pitufo, Malaya, Musaraña, Guateque y así hasta la Operación Bikini, que nada tiene que ver con actividades delictivas, sino más bien con perder unos kilos de cara al verano (y que es la que vas necesitando tú con urgencia).

Espero haber aclarado tus dudas sobre los chochines y comparto contigo la admiración por la primavera, a pesar de ser el momento menos indicado para hacerse una analítica por aquello de que la sangre se altera. Tomo nota de la capilla de San Miguel de Celanova como lugar de interés. ¡Cuídate!

Te puede interesar