Opinión

Alguien debería decirle esto a las moscas

Me he comprado un Colt 45 y he armado una ensalada de tiros en casa tan impresionante, que el póster de John Wayne ha saltado de la pared y se ha tirado detrás del sofá en guardia. Asomaba su Winchester 73, firme, nada tembloroso. El pulso del Duque está fuera de cualquier duda. Todo empezó por unas moscas revoloteando en el salón. Y esta temperatura inhumana que las enloquece y a mi crispa los rizos de la punta de los nervios. 

LOS GENES
Las moscas son genéticamente pesadas. Son un bicho tan sumamente coñazo que en lugar de ADN tienen frases de Alejandro Jodorowsky. Pero con el calor y la humedad ourensana, estos insectos se vuelven aún más odiosos. Encabritan al más pacífico. Y no es mi caso. 
Tengo que llamar a alguien, no sé si a los bomberos o al propietario, porque en uno de los disparos volé la tapa del congelador y ahora tengo una cascada de agua fría en la cocina que, aunque parece divertida y refrescante, me temo que me traerá problemas en cuanto pase un fin de semana fuera de casa. 

SUS GOLPES NO MATAN
Antes de empezar a matar moscas a cañonazos, lo intenté a manotazos. En uno de los sopapos rompí la jarra de agua y el ruido las enloqueció aún más y empezaron a perseguirse entre ellas. Eso me parecería bien si no fuera porque cuando dos moscas se enzarzan, ven menos que un muerto boca abajo, que diría mi compadre Quero, así que chocan con todo y, por razones físicas que se me escapan. Y las muy sinvergüenzas, no se matan.

Y no lo entiendo. Anoche hice un simulacro. Me puse a volar por la cocina a la velocidad a la que lo hacen ellas y, además de salirme de casa por la ventana varias veces y de forma involuntaria, estuve a punto de perder la cabeza contra la esquina afilada del mueble del fregadero. ¿Por qué estos bichos, mucho menos fuertes que yo, se golpean como bestias contra los cristales de puertas y ventanas y no les pasa nada? ¿Qué las vuelve supermoscas? La ciencia, a esta hora de la Historia, calla cobarde. Buena parte de la comunidad científica conspira junto a las moscas con sospechosas intenciones. No tengo forma de demostrarlo, pero hace tiempo que ando con la mosca detrás de la oreja. En cuanto a los topetazos de los que salen indemnes, no sé qué decirte. Si quieres haz la prueba. Coge carrerilla y estámpate de cabeza contra el espejo del baño y entenderás lo que digo, que las moscas hacen trampa, que no se mueren de otro modo que no sea por impacto de bala, y que es complicadísimo acertarles en la cabeza. Porque si no les das de lleno, siguen volando. Son como pilotos de la vieja escuela, que les revientas el ala y da igual, saben aterrizar utilizando lo que les queda, e incluso planear, y seguir produciendo ese odioso zumbido. Después de los discos de Justin Bieber, no creo que haya un ruido más desagradable que el zumbido de una mosca agonizante por el suelo de casa. 

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SI NO PICAN, MUERDEN
Desde niños nos han engañado diciéndonos que los malos son los mosquitos, que las moscas no hacen nada. Y claro que hacen, molestan. Una mosca te puede arruinar la vida si se lo propone. Además, aunque no pican, muerden. Lo he comprobado. A mi hace un rato me mordió una de ellas al verme desenfundar el revólver e intentar vaciar el cargador sobre su compañera, o amigo, o marido, o mujer, que con las moscas es imposible saber el sexo, que además, imagino que un insecto tan pesado tendrá que reproducirse por esporas, que no creo ni que se aguanten entre ellas. De hecho, están todo el día persiguiéndose y dándose mordiscos y patadas. Es una lástima que no den un paso más en su lógica evolución y pasen a ser depredadoras de sí mismas. Además, supongo que mientras una mosca se come a otra no tiene tiempo para estar molestando a los demás.

SON MALA GENTE
Tienen en Ourense una fuerza especial. No sé si es la especie. O la cercanía del río. Pero a la densidad del aire caliente de agosto se suma la pesadez de este puñado de bichos rabiosos, que parecen haber desayunado seis latas de red bull, sin whisky ni nada. 
Dicen que cuando el diablo se aburre, mata moscas con el rabo. Personalmente, con el rabo no he probado. Y no lo haré mientras esas idiotas sigan empeñadas en posarse sobre mi colección de alfileres.

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