Opinión

Ese complicado asunto de la basura

Lo de los contenedores ourensanos está clarísimo. Hay unos verdes cilíndricos, que como su propio nombre indica, son verdes y cilíndricos. Después los hay naranjas, cuadrados y grises, otros más pequeños blancos con líneas rojas, grandes y azules, y otros con una gran abertura para cartón, o para vidrio, supongo. Hay algunos con forma de huevo que están destinados a pilas rojas -las cojas por donde las cojas-, y amarillas -si las tocas, chillas-, pero también hay unas cajas con forma de nave especial plateada, sospecho que aquí es donde deben desecharse los marcianitos. En muchas calles han instalado unos contenedores amarillos y con boca, así que presta atención o tirarás el correo a la basura. Si al bajar la basura a estos contenedores amarillos notas que te muerde, no es un contenedor, es un chino, y se va a enfadar contigo. 

En una ciudad moderna, reciclar es un acto de civismo y buen rollito y el hecho de que Ourense tenga mil contenedores diferentes por habitante no denota que tiene muchos contenedores, sino que tiene pocos habitantes. Para amortizar todos estos contenedores lo perfecto sería un boom de natalidad. Desde aquí propongo al alcalde que corte la luz durante tres semanas; tal vez de este modo algunas parejas suelten el móvil durante un instante y prueben a dirigirse la palabra. El subidón demográfico viene después, según todas las estimaciones sociológicas. 

En Ourense todos los contenedores llevan una etiqueta explicativa de su función, para facilitar que la gente deposite la basura en el lugar adecuado. Las pegatinas dicen cosas como “prohibido fijar carteles” o “vidrio solo”, que uno se pregunta, con permiso de la RAE, si es con tilde o sin ella, porque lo que parece indicar es que dentro de esa casita vive un vidrio solo, y eso es un drama que una sociedad democrática con un buen sistema público de asistencia social no puede permitirse. No dejemos solos a los vidrios, por favor. Ellos nunca lo harían.

La mejor manera de reciclar es comer. Si te lo comes todo y no tiras nada, el reciclaje se produce de un modo implícito. Lo he probado y el problema es explicarle al médico de Urgencias que te has atragantado con la tapa de unas natillas. La mayor parte de la gente que acude a Urgencias con una tapa de natillas cruzada en la garganta, llega con ojos de besugo, y le tiemblan las aletas de la nariz. Quiero decir que no es el mejor modo de presentarse a una entrevista de trabajo.

Lo más práctico para tirar cada cosa en su sitio, siguiendo las indicaciones municipales, es mantener un cierto orden en la basura de casa. Los que no somos capaces de garantizar orden en casa lejos de la basura, tenemos muy pocas probabilidades de clasificar bien el cubo. Además, anoche me cazó una vecina clasificando mis desperdicios por colores y materiales y la situación fue un poco ridícula. Hay veces que es mejor no decir nada. En general, el mundo sería un lugar maravilloso si todos estuviéramos callados todo el rato.

En mi barrio todos los contenedores están juntos, formando un precioso skyline con motivos de vertedero urbano, algo que queda monísimo al atardecer si quieres hacerte un selfie ingenioso. Junto a ellos, hay un contenedor gris en el que caben todos los anteriores y que yo jamás me he atrevido a abrir, porque si fuera un asesino en serie, sin ninguna duda, arrojaría en un sitio así todos mis cadáveres. Y, como buen gallego, me dan pánico los cadáveres, especialmente si están muertos.

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