Opinión

A modo de preámbulo electoral

Se llama escaño al lugar donde ponen el culo sus señorías. También se les llama diputados, aunque ahora cada vez se alude más a las diputadas, sin duda más preciso desde el punto de vista fonético, aunque la palabra diputada también hace referencia a la mujer que ocupa un escaño. En cada cambio de legislatura los diputados abandonan su escaño y, según lo que digan las urnas, quizá vuelvan a ocuparlo. El problema de la democracia es que, en contra de lo que cree la mayoría, las urnas no hablan, y eso obliga al recuento de votos para obtener una alternativa consensuada a la guerra civil, que sale carísima y hunde el turismo.

El votante elije en las elecciones el dibujo del parlamento sobre un arco prediseñado; que no se trata de pintar "Las Meninas" a cuatro colores sobre las sillas. La forma de la cámara pretende facilitar el diálogo entre los políticos, por eso todos tienen enchufe para el móvil: para incentivar que se escriban whatsapps. Después, si son muy graciosos, los publica Pedro Jota y nos reímos todos. En alguna ocasión los políticos hablan también a viva voz, pero los únicos receptores son los periodistas. El resto de los diputados aprovechan para comprar ropa interior, resolver sudokus, o dormir. Lo esencial del escaño es que ha de tener siempre un trasero encima, y eso produce efectos sedantes. 

Cuando dos políticos se comunican oficialmente dentro de una misma cámara se llama reunión bilateral. Si hay un montón de políticos delante, se llama comisión. Y si alguien cobra por todo ello, se llama observatorio. Y si no se ve nada, se conoce que es un agujero negro, es decir, un observatorio. A partir de los diez observatorios dedicados a mirar hacia un mismo asunto, ya puede crearse un ministerio. 

Los periodistas llamamos comicios a las elecciones para evitar repetir dos veces en una misma frase la palabra elecciones, es decir comicios; pero como comicios tampoco lo queremos repetir, a menudo terminamos llamándole elecciones a las elecciones. Algo que, por otra parte, parece razonable. Y eso es lo que nos lleva a buscar un sinónimo: un periodista no puede hacer nada razonable. En eso somos como los políticos. Y cuando no tenemos ni idea de cómo resolver un problema, lo que hacemos es ponerlo en valor. Si pones en valor unos comicios, ya estás en condiciones de comentar el 25-S en cualquier televisión: has roto en tertuliano. O sea, como un diputado pero con gente escuchándote.

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