Opinión

Mucho ojo con la cerveza

Querido compadre Quero:

En este día grande para la historia del canibalismo español, me siento orgulloso de cruzar contigo estas líneas y saciar mis dudas sobre tu salud, que la última vez que te vi en televisión imitando a Chicote, era tal la gordura que exhibías, que tuve que utilizar tres pantallas contiguas para contemplarte de cuerpo entero; que te gusta más comer que a mí insultar al Gobierno ¡Pero Dios salve a los mazapanes! No obstante, mantienes un envidiable sentido del humor, y tal vez con estas cartas que hoy iniciamos logre que se me pegue algo, porque tengo últimamente el carácter de una tortuga, pero de una tortuga desahuciada por el banco por no pagar el impuesto verde.

Te escribo desde esta costa contemplando con desazón el mundo. Que hemos pasado de no poder estornudar tranquilos a no poder desayunar tranquilos. Que, si hay que elegir, también lo confieso, yo prefiero el virus que un pepino nuclear entrando en la cocina, pero en el fondo soy de los que echan de menos el aburrido siglo XX, cuando solo había alguna guerrita mundial de vez en cuando y la única posibilidad de navegar por la red que teníamos era tirarse al agua en el puerto.

Es tal la psicosis nuclear, que hemos amanecido bajo un manto de calima sahariana y la gente, al ver ese cielo del color del pelo de Trump, ha asaltado las farmacias para ponerse hasta el culo de yodo, que es algo tan asqueroso que ni siquiera tú se lo echarías a la ensalada. Por mi parte tengo claro lo que haría en caso de conflicto nuclear: apagar las luces. Es más, también sé lo que haré en caso de que no haya conflicto nuclear: apagar las luces. Que el otro día me levanté optimista y calenté un café al microondas, y ahora estoy vendiendo el hígado en el mercado negro para poder pagarme el capricho. Que dice Sánchez que la luz sube por culpa de Putin y supongo que habrá fiesta zombie en El Pardo, porque es la primera vez desde que llegó al poder que la culpa de algo no es de Franco.

Lo bueno de vivir en esta costa es que los problemas del mundo nos inquietan, sí, pero con distancia. Lo único que nos quita el sueño es que no haya Estrella Galicia en la nevera, de ahí que estemos siguiendo de cerca la actualidad, con honda preocupación por la falta de cereales. Mira, yo a Putin ya solo le doy un consejo: yo en tú lugar no dejaría a los españoles sin cerveza.

La energía, la guerra, la crisis. Ya ves, compadre, lo que ocurre en el planeta cuando al frente están tipos que ponen el futuro de nuestras naciones en manos de Greta Thunberg, que de pronto surge un problema de adultos y no saben qué hacer, salvo poner lucecitas con la bandera de Ucrania en las fuentes. Sigue siendo cierta la cita de mi admirado P. J. O’Rourke: “todo el mundo quiere salvar el planeta, pero nadie quiere ayudar a mamá a lavar los platos”. Con un afectuoso abrazo, me voy a lavar los platos, que el planeta te lo dejo a ti. No te lo comas todo.

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