Opinión

Nunca vas demasiado bien vestido

moda_result

La elegancia consiste en ir siempre vestido de una manera tal que puedan invitarte a una recepción con embajadores y, una vez allí, no parezcas el periodista. Aquí todo el mundo sale a pasear con esa precaución. Al foráneo le llamarán especialmente la atención los zapatos de las chicas, siempre diez puntos por encima de la media nacional en altura, en diseño, en belleza. Ourense está lleno de baldosas rotas y es posible que sea por la frecuencia con la que cae alguna de ellas desde lo alto de sus tacones. Que ayer en la cola de un cajero tuve que ayudar a una joven a meter la tarjeta, porque desde allí arriba no le daba el giro de la espalda para acertar en la ranura sin chocarle el culo con la fachada de enfrente. 

LEJOS DE LA PLAYA

Enemiga de las buenas maneras, de la estética delicada, y del buen vestir, la playa ejerce un influjo muy dañino en el aspecto exterior de las ciudades que la acogen. En esta ocasión, el aspecto exterior alude a las camisas, los pantalones, las camisetas, el calzado, y más aún a la ausencia de todas estas cosas. Hace algunos veranos, Alfonso Ussía y Arturo Pérez Reverte coincidían en preguntarse qué hace un tipo en traje de baño cruzando una ciudad del interior cuando la playa más cercana está a más de cien kilómetros. Una pregunta existencial que no ha perdido actualidad. No obstante, Ourense, con la elegancia y la distinción de ser el jardín interior de esta Galicia llena de mares, sobrevive aún a las camisas hawaianas y a los pareos asesinos gracias a su condición no costera, pero también a su honda tradición textil. 

GENERACIONES

Una de las cosas más llamativas de esa pasión por vestir bien que tiene la gente de este lugar es que trasciende generaciones. Aquí visten con una mezcla de nobleza y elegancia los abuelos, los hijos, y los nietos. Cruzan la calle con vestidos largos y estampados, y brillantes y cortes de lujo y aires de revista de moda, las chicas que salen en su primera noche de copas, las que llevan demasiadas noches de copas, y hasta las abuelas, que se recogen poco después de la misa de ocho. 

TURISMO VIVO

Con este panorama, algunos turistas brillan mucho más de lo que deberían rompiendo el ecosistema de las calles. Brillan sus piernas peludas, blancas y rojas, al aire, brillan sus pantalones cortos en los que cabrían una docena de elefantes, brillan sus riñoneras de los años 80, y sus camisetas de “Estuve en Calpe y me acordé de ti”. Brillan y no sé cómo lo hacen, porque más que luceros son, estéticamente, agujeros negros. Ayer, pasando frente a la catedral, temí que el precioso templo se derrumbara ante el terremoto multiculor de la generación selfie esperando su turno, con toda su ordinariez exhibida como bandera. Por suerte, muchos se entregarán en estas calles al turismo de la moda, a las rebajas -creo que llevamos dos años seguidos de rebajas-, y podrán renovar su vestuario y sacar algo realmente bueno de esas vacaciones de visita y selfie que se están marcando. 

NUNCA ES DEMASIADO

Máxima de irrenunciable valor, muy arraigada en la cultura provincial: nunca vas demasiado bien vestido a ningún sitio, excepto a jugar la final del partido de Solteros contra Casados. 

CORTAR LA ETIQUETA

Llegar a Ourense y romper a comprar ropa es todo uno. Yo llevaba 24 horas aquí cuando arramblé con varios pares de preciosos pantalones en una conocida tienda de moda masculina. Cierto es que los míos me los había olvidado todos en La Coruña. Quizá por eso me miraban tan raro por la calle. 

La mayor tragedia del comprador improvisado de ropa es el impulso que te impide guardarlo en el armario. Si compras, querrás vestirlo esta misma noche. Así que todo lo que puedo aconsejarte para que no quedes como un idiota es que no te olvides de cortar la etiqueta. Cuanto más cutre sea la tienda, más etiquetas, plásticos, alfileres, y protectores plásticos deberás cortar. De modo que si compras algo muy, muy barato, más que arrancarle la etiqueta, reserva media hora para podarlo.

DOS MODELOS DE CIUDAD

Mientras Ourense presume de su textil y celebra el ingenio de sus creadores, es decir, apuesta por el vestido, el Madrid de Carmena insiste en la política de desnudar a todo el mundo y luego tirarlos a las piscinas. En parte estoy con Carmena. No tanto en que lo natural sea ir en porretas por la vida, que es algo natural, pero solo para animales raros como las crías de oso panda, sino en el detalle de arrojar a los ciudadanos a las piscinas. Con toda esa gente bañándose desnuda, Madrid ofrece ahora por el mismo precio piscina municipal y zoológico. 

EL HÁBITO
El vestido, dice la calle, refleja el alma de las mujeres. La mayor parte de los hombres no tienen alma. Así que es posible que seas capaz de ver almas virtuosísimas por estas calles, detrás de esos largos y perfilados diseños femeninos, con los que los grandes diseñadores saben que conquistarán el mundo. Dice también la sabiduría que el hábito no hace al monje, pero a todos los demás sí. Procura entonces que tu hábito no se convierta en vicio. 

Te puede interesar