Opinión

El rey de la muiñeira

No sé, imagino que con tu cara en cientos de carteles no puedes hacer la compra en paz, sin que nadie se vea en la obligación de decirte que te has equivocado con la marca de detergente, que el suyo lava más limpio. Y además, como estás susceptible, igual la emprendes a gritos allí mismo, pensando que te están llamando corrupto, cochino, o negligente, o las tres cosas. Según la encuesta de La Región, a Feijóo lo conocen el 97,7%. Esto significa que no puede ni hacer un pis en un pub de Munich sin que desde el urinario de al lado alguien, tal vez con acento de Memphis, le diga: “Con que Galicia sí, ¿eh?”, con estremecedora y cómplice sonrisa. Así empezó Michael Jackson. 

Lo peor de la fama no es que todo el mundo escrute lo que haces, sino lo que te adjudican. Eran tiempos convulsos para la satírica La Codorniz y cada día recibían amenazas de cierre. Estando siempre bajo el punto de mira de los censores, alguien hizo correr el bulo de unos versos que jamás habían sido publicados en La Codorniz, pero que, ya puestos, el director Álvaro de Laiglesia se apropió y difundió como cosa suya: 

Almohadín es a Almohadón

Lo que cojín es a equis

(y nos importa tres equis

Que nos cierren la edición).

La intimidad siempre ha sido conquista del buen gusto. Hablaba en las Cortes Gil-Robles –nunca distinguido por su humor-, defendiendo con entusiasmo conservadoras teorías. Alguien se removía en los bancos de la oposición. Al fin, ese diputado anónimo alzó la voz: “¡Su Señoría es tan antiguo que todavía usa calzoncillos largos!”. Al instante, respondió Gil-Robles: “¡Qué indiscreta es la señora de Su Señoría!”. 

Y aún con todos los dolores de los laureles que acompañan al candidato más popular, siento cierta melancolía por el cruel destino de los demás, víctimas de ese sabor agridulce, sobre todo arriba, a la altura de las urnas. A esos líderes les puede ocurrir, un día cualquiera, lo que Tono pintó también para La Codorniz, precisamente en la portada de su estreno. El trazo muestra a un caballero que se cruza con una señora por la calle:

    -¡Caramba don Jerónimo, está us  ted muy cambiado!

    -Es que yo no soy don Jerónimo.

    -¡Pues más a mi favor!...

Que sepan quién eres puede salvarte pero también puede matarte. El brillante Foxá acababa de salvar el pellejo y conversaba con González Ruano sobre exilios, cuando apostilló: “La cultura es un refugio algo pesado, pero cómodo e impune”. Foxá sabía que la política, que es todo lo contrario, jamás perdona el talento.

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