Opinión

Reina de los mares

El 19 de abril de 1901, por decreto del Gobierno de la Nación, Su Majestad el Rey, y en su nombre la Reina Regente, declaró Patrona de la Marina de Guerra a la Santísima Virgen del Carmen que, según dicha disposición, lo es de hecho de todos los navegantes, y que ya desde el siglo XIII había sido llamada por San Simón Stock “Estrella del Mar”. Anteriormente era la Virgen del Rosario a la que los hombres del mar ofrecían sus fervores, y con ese espíritu de lucha participaron a bordo de las galeras de Lepanto, a cuya imagen, La Galeona, se dio el nombre de Nuestra Señora de la Victoria por el transcendental hecho de la batalla naval del 7 de octubre de 1571.

Cada 16 de julio en los puertos españoles se repite la procesión marítima de la Virgen del Carmen, a bordo de un buque de guerra, barco de pesca, un mercante o un yate de recreo. A la Virgen la acompaña una flota que la pasea por ríos, rías y costas en un acto multitudinario con trasfondo religioso y civil. Por algo le cantan “estrella de los mares, de los mares iris de eterna ventura, salve fénix de hermosura… De tu pueblo a los pesares tu clemencia dé consuelo fervoroso, llegue al cielo, hasta ti, hasta ti nuestro clamor”. Es un fragmento de la zarzuela “El Molinero de Subiza”, compuesta en 1870, con letra de Luis de Eguilaz y música de Cristóbal Oudrid. Casi desde su inicio fue tomada por la Armada Española y es conocida como “Salve Marinera” para rendir homenaje a su Patrona. 

En la Academia en Marín, entre otros actos, se entregan los “despachos” a los nuevos oficiales que se han formado en la Escuela Naval. También se celebra en todos los buques, cuarteles, comandancias navales y en donde se encuentre personal del la Armada. Con el tiempo se hizo popular y en todo pueblo pesquero la Virgen del Carmen es para las gentes del mar la más venerada de las advocaciones. Después de una ofrenda floral sale la procesión hacia el puerto donde embarcan la imagen y la procesionan acompañada por numerosas embarcaciones engalanadas, que no dejan de hacer sonar sus sirenas en una manifestación de devoción y fervor; se reza por los desaparecidos o por los que no regresaron con vida. Esta festividad se celebra con el mismo fervor en muchísimas ciudades del interior y en la mayoría de países de Latinoamérica, y de algunos es Patrona.

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