Opinión

Vive Jesús de Nazaret

Obviamente para los creyentes, por su mensaje que no ha sido superado por ninguna ideología en los dos últimos milenios, sigue vivo. Sólo un poco del mismo lo encontramos en lo que ha dicho el papa Francisco: “Construye el mundo saliendo a los caminos de los hombres, encontrándote con todos. Regala vida y no muerte”. Unas palabras que concuerdan con lo escrito por Mateo o Lucas en sus evangelios; así, en Lc 6:37-38: “No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. Dad, y se os dará”.

Dejemos de acusar con toda razón, y pensemos como dijo el pasado enero el papa Francisco: “Oremos por las mujeres y los hombres consagrados que se dedican a Dios y a los hermanos en el servicio diario, para que sean siempre testigos fieles del amor de Cristo”, donde reconoce implícitamente lo malo o muy malo que seguidores de Jesús de Nazaret han hecho y siguen haciendo. Pienso que en el siglo en que vivimos y tras dos mil años de vivencia, es hora de que sea su mensaje leído por todos. Cristo habló para todos sin ninguna restricción, y lo dejó claro en varias ocasiones, no es necesario que se sea creyente para practicar su mensaje, tan actual y bueno para estos momentos de turbulencia y conseguir ese mundo que todos deseamos legar a nuestros descendientes. No por ello tenemos que abandonar nuestra ideología. El mensaje de Jesús de Nazaret no pertenece a ningún partido, es un patrimonio que legó a toda la humanidad que lo quisiera al menos leer. Su contenido es lo que hace que siga presente en todo el mundo.

Terminó con las palabras de Benedicto XVI en el mensaje del Domingo de Resurrección el 8 de abril de 2007: “¡Hermanos y hermanas en la fe, que me escucháis desde todas partes de la tierra! Cristo resucitado está vivo entre nosotros, Él es la esperanza de un futuro mejor… resuena en nuestro corazón la palabra dulce pero comprometedora del Señor: ‘El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará’ (Jn 12,26). Y también nosotros, unidos a Él, dispuestos a dar la vida por nuestros hermanos (cf. 1 Jn 3,16), nos convertimos en apóstoles de paz, mensajeros de una alegría que no teme el dolor, la alegría de la Resurrección”.

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