Opinión

Ay, el viejo macho alfa…


MARTES, 8 DE MARZO

Es el Día de la Mujer. Claro que sí, mis tertulianos y yo asistimos a la manifestación en la ciudad. Quizás para exorcizar los restos de nuestros demonios. Ay, el viejo macho alfa. Fue numerosa y sentida. Era conmovedor ver a las adolescentes con sus pancartas, sus cánticos y su alegría. También había ancianas. En la Plaza Mayor, muy cerca a nuestro lado, estaba doña Rosa. Cielo santo, en ella estaban todas las madres a las que les tocó vivir la avidez de los viejos tiempos. Tenía en los ojos las incurables heridas de las madres de entonces. Ay, doña Rosa también tenía el silencioso amor de las madres que todos tuvimos. Doña Rosa rondará los ochenta, su tez es morena, casi gitana. Mira tú, me vino a la mente aquella vieja canción de Los Chichos, un trío gitano que reinó en los escenarios las últimas décadas. El autor de la canción fue Juan Antonio Jiménez, el cantante solista y compositor que se suicidó allá en los ochenta en su barrio del extrarradio de Madrid. La letra es desesperadamente autobiográfica: “Mi buena madre/ me da pena cuando llora./ Robó para que comiera,/ intentó ganar dinero para llevarme a la escuela./ Ella dio todo por mí/ y necesitaba del calor que no le di”. Ay, que no le di. Quizás grita por todos nosotros, por mí. Juan Antonio golpea en mi mente su verso “que no le di”.

Doña Rosa lleva una pequeña pancarta en que ella escribió con bolígrafo: “Viva la mujer travajadora”. ¡Cómo es la vida!, alguien corrigió dibujando una b sobre la v. Nos cuenta a un grupo que la rodeamos. “Oía cómo un vecino borrachuzas le pegaba a la mujer unas palizas del demonio. Yo vivía en el piso de arriba con mi marido. Sucedía día sí y día no, qué tristeza, ninguno del barrio acudía a auxiliarla. Decían ‘algo habrá hecho’. Como casi todas mis amigas fui virgen al matrimonio, cuántas noches fingí, jamás conocí eso que dicen es un orgasmo. Mirad, hijos, sólo teníamos permiso para rezar”. Mientras la escucho, rememoro aquel verso: “Mi vientre está lleno de miedo”. Al terminar la manifestación, mis amigos tertulianos y yo entramos en un garito para celebrar el día. Se añadió a nuestro grupo Emma, una treintañera amiga del profesor.

Emma está festiva, alegre y conversadora. No sé, quizás asomó la cabeza el macho que llevamos dentro así que tratamos de llevarla contra las cuerdas. Nuestro tertuliano abogado le espeta: “Venga, Emma, todo ha sido muy bonito pero creo que vosotras estas últimas décadas habéis sido crueles con nosotros. Nosotros crecimos con la idea de que la mujer erais el jodido sexo débil. En las escuelas nos enseñaron que teníamos que protegeros. En las salas de fiestas ibas a sacar a bailar a una moza y con frecuencia negaba con la cabeza. Es duro recordarlo pero regresábamos muy tristes. Y después, al acompañaros, aquellos forcejeos en el portal oscuro”. Nuestro amigo da un largo trago a su gin tonic y arremete: “No valorasteis el esfuerzo casi titánico de cambiar nuestra manera de pensar. Ya en el comienzo, cuando por fin os fuisteis liberando, qué altivas os mostrabais con nosotros, como si quisierais vengaros desde aquellos tiempos en que los caballeros partían a la guerra, eso sí, después de apretar bien los hierros del cinturón de castidad”. Emma se queda pensativa: “Tal vez tengas alguna razón pero como tú dices, hemos sido ‘esmagadas’. Quizás fue una fiebre allá en nuestras primeras conquistas”. El abogado no se arredra: “¿Qué me dices de esas camadas feminazis?”. “Todo eso es mentira, un mito que crearon para tumbar el movimiento feminista. No sé si leísteis una pancarta grande que decía ‘No contra el hombre. Con el hombre’. Y venga, no seáis casposos y brindad conmigo por la libertad para todas las orientaciones sexuales”. 

Ahora soy yo el que toma la palabra y, como para resarcirme, le recito aquella canción del grupo Cucharada, cómo éramos entonces, con el grupo Cucharada, que lideraba Manolo Tena con el que yo colaboré allá en el 78: “Mary ‘la Friki’ era una tía legal,/ pero el desempleo la obligó a putear./Un día la ley la mandó enchironar/ diciendo que era un peligro social./ Pablo ‘El Trapero’ es un homosexual./ Le gustan los tíos como a ti la libertad…” Y era el 78, Emma.

(Ahora todo son risas. Emma eufórica me mira y me suelta: “Tú que escribes en los periódicos, ¿por qué no hablas de Virginia Woolf? Estos meses he leído casi todos sus libros y ella es el retrato del feminismo”. Va y nos enseña una foto de la escritora que, como la poeta Alfonsina Storni, llenó sus bolsillos de piedras y avanzó sobre el río Ouse. “Fijaos en la foto, su mirada expresa las heridas de todas nosotras”.)

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