Opinión

Bronca en la tertulia

VIERNES, 22 DE JULIO

Es nuestra última tertulia, aquí estamos en nuestro local favorito hablando de la vida, engullendo gin tonic y cada uno cuenta más o menos qué hará estas vacaciones. Nos extraña que no acuda nuestro contertulio el profesor. De pronto, ahí llega. Nos sorprende su mirada retadora, da un buen trago al gin tonic y para sorpresa de todos nosotros, se pone de pie, alza la voz y nos larga su discurso, tal vez merecido “Hay que joderse, aquí estamos los seis, resignados, confortables y escuchando buen jazz. Y mirad alrededor, todo está calcinado. ‘Que el cielo cubra a quien carezca de sepultura’, decíamos no hace tanto. Me da vergüenza miraros, yo me incluyo. ¿Recordáis aquello de la autocrítica en las asambleas de nuestras universidades? Pues bien, observaros, mejor dicho observémonos ahora. Recordad aquellos años en que gritábamos y que ya protestábamos porque este planeta se iba al carajo”. El profesor está lanzado, nos descubre su desgracia. “También se ha quemado la casa de mis abuelos en O Barco y toda la memoria de mis antepasados. No volveré allí”. Ninguno de nosotros se atreve a decirle que se calme pero en la tertulia hay un silencio sepulcral. Nuestro colega continúa “Sí, hay que joderse, aquí estamos los seis cobijados, confortables, hablando de paparruchas como si la vida no fuese un regalo macabro”. Se empuja otro trago, su voz se va haciendo pastosa. Cómo te diría, nos mira como si le diéramos vergüenza ajena. Ahora alza la voz agresivo y desafiante, nos espeta “¿A que no tenéis cojones los cinco de subir a mi furgoneta con ropa especial, mirar el mapa e irnos voluntarios allá donde el viento nos llame y las llamas nos acosen”. Todos quedamos estupefactos. Él continúa “¿Os acordáis cuando teníamos el poster del Che en la habitación y para nosotros la solidaridad era una religión? No digo caridad que es humillante, sino solidaridad que implica respeto mutuo. Entonces creíamos que vendría un tiempo en que los niños jugarían con perlas a las canicas para que de mayores las despreciaran”. Por momentos nuestro amigo nos hace sentir como si traicionásemos nuestros sueños. Parece un guerrillero. El pintor trata de intervenir “Creo que te excedes, yo he estado un mes ayudando a los saharauis allá en la arena ahistórica del Sáhara”. Pero el profesor no se detiene “Créeme, amigo, nos haces sentir culpables de nuestra, digamos, aciaga indolencia”. Le espeta al pintor “Eso fueron unas vacaciones, después como todo dios en casita con calefacción, wifi, acariciando el perro mascota que tienes a tus pies. Insisto ¿A que no tenéis cojones de acompañarme en mi furgoneta?” El profesor está inspirado “Ay, hermano, ya no aviva el ardor / la esperanza que antaño te hizo fuerte y tenaz / Y rendido, cansado, falto de amor / vas muriendo de hastío’. Pronto las ratas que pueblan las alcantarillas saldrán a mordernos y acabar con nosotros. Ya sabéis, sólo quedarán las cucarachas y Keith Richards de los Rolling Stones”.

“¿Alguna vez, uno de vosotros recordó la cita de Camus ‘cuanto más viejo más rebelde’? Y es bien cierto, no deben preocuparnos las arrugas del rostro sino las del alma. Cuánto nos hemos degradado”. Hace una pausa el profesor. Todos estamos conmovidos, Juan Donoso Cortés escribió “Hay que unirse no para estar juntos sino para hacer algo solidario”. De pronto, el psiquiatra sale de su silencio y me señala con el dedo “Ha llegado ya Vázquez Raña en su avión privado a pasar unos días en su pueblo de Avión. Dicen que se echará unas partidas al dominó en el bar del pueblo e irá fervoroso a la procesión”. Se detiene un momento y me espeta “Venga, mójate, periodista, e invítale desde tu jodido Ángulo Inverso a que extienda un cheque de muchos ceros para comprar, por ejemplo, camiones cisterna. ¿Quién quiere apostar a que lo hará?”

(El profesor ha estado un buen rato en silencio, como meditando, pero toma la palabra de nuevo, su voz es como cavernosa “Es extraño pero lo que más me ha dolido es ver calcinada la bíblica higuera donde yo me sentaba con mi abuelo en verano. Ya no percibiré más su olor a azúcar y bosque. Tiempos de tierra próspera y nutridos animales en los montes. Cuántas disputas con mi abuela ‘Corta o árbol Xoán, ben sei que o demo séntase a descansar ahí’. Mi abuelo se negaba en redondo pero mi supersticiosa abuela insistía ‘¿Non sabes que Xudas despóis de vender a Cristo aforcouse nunha figueira?’ Ay, ya no escucharé la voz sabia de mi abuelo ‘Veña, érguete rapaz, colle un figo pra que sexas forte e che creza o pizarrín…”)

Te puede interesar