Opinión

El arte de vivir

ALBA FERNÁNDEZ
photo_camera ALBA FERNÁNDEZ

JUEVES, 28 DE JULIO

Escribo esto en Montealegre mientras escucho a Javier Vargas y su banda. El lugar es espléndido, la peña está tan pacífica que vagamente me recuerda al festival de la isla de Wight. Ahí estamos todos sentados en la hierba, un solo de su guitarra golpea mi mente y pasan nítidas a toda velocidad imágenes desde los rabiosos ochenta cuando nos conocimos. Ahí estamos los dos en mi guarida de Piamonte 25, aquella chica maravillosa que nos llenaba a cada rato nuestros vasos de licor café. No era tan fácil, yo luchaba para que mi letra entrase en el lugar preciso de la canción mientras él buscaba las notas musicales. Javier llegaba a cualquier hora, a veces a horas intempestivas: “Venga, Jaime, vamos a por ese tema”. Hay que joderse, hermano, desde los ochenta que nos conocimos cuántas cosas sucedieron, cuántas canciones, cuántos amigos que yacen en sepulturas quizás sin numerar, cuántos conciertos, siempre de aquí para allá liderando tu banda. Ay, qué más se puede pedir si te invitan los Rolling Stone a que abras su concierto. Sacudo la cabeza, una versión de “Simpatía por el diablo” me levanta y ya no paro de moverme. Como un hijo fiel del espíritu de los sesenta, nos dice desde el escenario: “Vamos a darlo todo, esta ciudad siempre ha sido cálida con nosotros. Como siempre, vamos a daros todo nuestro amor y seguro nos corresponderéis”. Así lo dijo, tan vivo está en él el espíritu de John Lennon. Lo que me sorprendió fue su evolución, su mutación. En muchas bandas, el guitarrista compite con el cantante por el protagonismo. No te enfades, Javier, si escribo que ahora le das más cuartel al cantante y tú, sabiamente, permaneces más velado. Mira que asistí a tus conciertos tantas veces, pero es la primera vez que el cantante permanece en el escenario todo el tiempo, hasta el final. La verdad es que ese chico, John Byron Jagger, es una joya, llamó a las puertas de Javier enamorado de sus riffs y poco a poco, con talento y humildad, se ha convertido en la voz solista de la banda. El veterano e imprescindible Luis Mayo, que cubre las espaldas a Javier. En la percusión, Jota Marsán con su swing tan personal de raíces latinas. La banda está engrasada y suena como dios. Qué hermoso, ir de aquí para allá con tu canción, que nos ayuda a enfrentarnos a la vida con espíritu fuerte.

VIERNES, 29 DE JULIO

Estoy en la barra del Frade y se sientan a mi lado dos personas ya maduras. Me sorprende la educación con que piden su bebida y lo bajo que hablan entre ellos. Con discreción les pregunto de dónde son. Sonríen: “Somos de Lisboa y estamos de vacaciones viajando por España, pronto regresaremos a Portugal”. Yo admiro mucho a los lusitanos, ya Saramago escribió: “Una de las grandes virtudes de mi país es que manejan el arte de vivir, aman la humildad y todavía conservan el amor a la familia”. De entrada les pregunto por su presidente, Marcelo Rebelo de Sousa, y si es cierto que camina por Lisboa como cualquier ciudadano y sin un cortejo de vigilantes. João se llama el que me responde con orgullo: “Tenemos la suerte de que nuestro presidente fue catedrático de Humanidades, conoce al ser humano y ama a su pueblo. Si usted camina por la zona vieja de Lisboa, no es extraño verlo solo con la bolsa de compra de un supermercado. Yo no coincidí con él, pero mis amigos me cuentan que entra tranquilamente a un local, pide su café y lo toma despacio y con calma. Mire, en Portugal tenemos mucho respeto por las personas y no crea que los que están en el local lo acosan. Si tal, se acerca alguna persona a saludarlo, siempre con respeto. Con frecuencia, va solo a la playa, extiende su toalla como uno más y toma el sol o lee el periódico. La soberbia es algo que odiamos y la dignidad es un valor muy nuestro. ‘El poder no cambia la persona, sólo revela lo que realmente son”.

Ahora João, para sorpresa mía, me pregunta por Casillas, el portero del Madrid que jugó y se retiró en el Oporto. “¿Qué es de él?”, me dicen. “Dejó un gran recuerdo, no era nada presuntuoso, le gustaba pasear por las calles de Oporto con su mujer y los forofos apenas le molestaban. Causó una gran pena en todo Portugal cuando se supo de su enfermedad y que no iba a seguir en el Oporto. Cuando llegó le llamábamos el portero de las manos blandas, pero después demostró que era un crack”. Pero yo quiero preguntarles por Lisboa. Les digo: “En los periódicos españoles se dice que el casco urbano de su ciudad, Lisboa, está tomado por extranjeros que compran todas las casas por las facilidades que les dan a los extranjeros en los impuestos”. Me responde un poco herido: “Es cierto lo que dice usted, los lisboetas que vivían en el centro, casi todos han vendido sus casas a precios exagerados y se han ido a vivir a los barrios periféricos. El bum empezó cuando Madonna, enamorada de Lisboa, compró una mansión en el centro. Después, vinieron numerosos artistas y más tarde llegaron los jubilados centroeuropeos y nórdicos con sus abundantes pensiones. He de reconocer que la ciudad ha perdido en parte su magia, pero ‘venha vocês’, aún suena por las calles Amalia Rodrigues: ‘Dois braços à minha espera / É uma casa portuguesa com certeza”.

(Nos encontramos en septiembre, hermanos).

Te puede interesar