Opinión

Ya no iré a Guayaquil

Miércoles, 17 de febrero

Tengo en las manos la insignia de plata con la bandera de Ecuador que me envió no hace tanto. Pienso, allá en Sudamérica todavía se respeta y se ama como se merece la literatura. Todo comenzó con un humilde artículo que le dediqué en este periódico allá en el año 2001. Lo cierto es que el escrito, por alguna razón, conmovió al presidente. Para mi sorpresa, lo incluyó en su cuidado libro de su genealogía.

Pero te cuento, el presidente Gustavo Noboa Bejarano visitó Maceda en aquel año 2001 para conocer el pueblo de sus antepasados. Aquel día tuve la fortuna de acompañarle por las calles y me impresionó su gesto emotivo, sus ojos en lágrimas y cuando dijo “Este mi Macondo”. En el 2018 contactó conmigo y me envió el extenso libro de sus raíces. Recuerdo que en aquellos días le entrevistó la perspicaz periodista Elisabet Fernández, y le contó que el artículo era muy poético y entre otras cosas, que se había exiliado a Guatemala al ser perseguido por no dejar robar a los bandidos. A partir de ahí nos intercambiamos algunos libros y correos que finalizaban “Véngase a Guayaquil que será bien recibido”.

2021-02-21_angulo_inverso_ilust_resultado

Alba Fernández.

Ya no puede ser. Ayer falleció Gustavo Noboa, expresidente de Ecuador, culto, más académico que político. Leo ahora un poema del escritor Numa Pompilio, su poeta favorito, en un libro que él me regaló, me suena a Machado “Pensativo contempla / mudo y triste / la tumba de sus sueños / y sus glorias”.

Como homenaje personal, rescato hoy aquel artículo que le dediqué con emoción en la mesa desvencijada de un viejo bar de Maceda:

“Hay un instante en el que el hombre otoñal reclama su parte de memoria. Y un latido ancestral y lejano convocó al presidente Gustavo en ese trozo de mundo que es Maceda.

Al bajar del auto, reconoció las arboledas, olores, callejuelas y restos almenados del castillo. Todo lo había visto ya en vigilias e insomnios en la tierra de benigno clima ecuatoriano.

Afirman los biólogos que el hombre sueña las mismas escenas soñadas por sus antepasados. Que hay un momento en que se abre la ‘trampilla interior’ y percibimos las claves del pasado. Mucho más el ecuatoriano, tierra tantos años inca; los incas, al fin, han sido como los ‘griegos’ de América.

Llegó el residente, culto, humilde y comunicativo, a esta tierra macedana. Lo vi feliz y emocionado. Pensé en aquel macedano de hace cuatro siglos, enrolado entre conquistadores extremeños, que entró en Ecuador desde el rico Perú. Recorrió la cordillera andina, sorteó las terribles ‘anacondas’, serpientes de dos cabezas, una en cada extremo. Aquel macedano que asustó a los indígenas con su segunda piel metálica y el estallido infernal del arcabuz.

Ayer, el presidente tenía la mirada transparente, incendiado el corazón y la voz muy de adentro al hablar con los paisanos. Cuando partió, llevaba algo sagrado atado a la cintura”.

Jueves, 18 de febrero

Cómo es esta jodida ciudad. Cada vez que investigo por ahí, me encuentro con genios nacidos aquí y lamentablemente olvidados. Otros, conocí muchos en Madrid, huían de la gloria. No sólo es “Nós”, que es suficiente, ni José Ángel Valente, quizás el mejor poeta del siglo XX.

Porque te cuento. Te juro que hacía mucho tiempo que, viendo una película, no resbalaba una lágrima furtiva por mi mejilla. El otro día, distraídamente, me dispuse a ver en la segunda cadena una película española desconocida “Los clarines del miedo”. Enseguida la emoción subió por mi vÉrtebra. Busqué de inmediato quién era aquel director que en cada imagen me dejaba conmovido.

“Hay que joderse”, me dije hablando en alto. El director es un ourensano universal y olvidado que nos dejó un extenso racimo de películas. Antonio Román, hermano, hermana. Permíteme que te hable de “Los clarines del miedo”. Créeme, está a la altura de las mejores películas de Berlanga. Ojalá la vieran en todos los colegios y los estudiantes contemplasen cómo éramos de palurdos no hace tanto, allá a mitad del siglo pasado. Cielo santo, nunca vi a Paco Rabal tan “poseído”, tan español, en su papel de limpia botas y mozo de espadas de un torerillo de pueblos lleno de miedo. Ni siquiera en “Los santos inocentes”, que ya es apostar. Tan intenso y tan lleno de duende como una gitana vieja que al echarte las cartas sabe que, inevitablemente, el destino no está de tu parte. Román se alejó de sus comienzos, sólo fueron un trampolín, y se acercó a Lera, un escritor tan perseguido por el franquismo. 

Cómo puede estar tan olvidado Román. Ya su vida es apasionante. Era farmacéutico y se largó a Madrid a la búsqueda de su sueño, el cine. Qué iba a hacer, se acercó a la Falange y a Sáenz de Heredia, el mítico director falangista favorito del general ferrolano. Román ya se definió en su libro “Un hombre llamado Quijote”. Su filmografía es muy extensa, incluso hizo una del oeste “Ringo de Nebraska”. Tuvo un gran éxito en los años cuarenta, con una película que está en el imaginario colectivo de una generación “Los últimos de Filipinas”, me refiero a la primera versión, no a la última filmada no hace tanto pero con menos pasión y más edulcorada.

Lo que más me fascina de Román es que hizo, mano a mano, con Sáenz de Heredia, el guión de “Raza”, que podríamos llamar el “Mein Kampf” del dictador Franco. La leyenda dice que el dictador escribió la novela “Raza” con el seudónimo de Jaime de Andrade, mientras andaba a tiros en Marruecos. Así fue, en el 62, el general la inscribió en la sociedad general de autores. Enseguida Sáenz de Heredia llamó a Román para que trabajara con él en el guión. Imagínate la película, un canto al social catolicismo de entonces. Es una extraña historia la de “Raza”, la primera versión se estrenó a principios de los cuarenta. Como había muchos gestos fascistas, Franco se autocensuró, en el cincuenta quitó escenas comprometidas y sin más, mandó destruir todos los films originales. Cómo es la vida, en los noventa encontraron una única versión en Alemania. En 2016, la pasaron en el programa “Historias de nuestro cine” de Elena S. Sánchez. Hubo protestas y manifestaciones en contra.

(Se me ha ido un poco la olla con “Raza”. Lo que quiero es recordar a Román e invitarte a que veas “Los clarines de miedo”).

Te puede interesar