Opinión

Janis, Loren y la gramola

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Ya te conté, hermano, mis contertulios y yo andamos bastante desconcertados. Cerró nuestra guarida favorita, el Irish Clan. Qué tristeza contemplar cómo subían a un camión toda aquella decoración irlandesa. Quisimos comprar los retratos de los bardos irlandeses entre todos. No pudo ser. Mira tú, desde la pared nos observaban los ojos perturbadores de Oscar Wilde, Yeats, Samuel Beckett. Y allá al fondo el hombre que más investigó las mentes, James Joyce.

Te cuento. En ocasiones, nuestras reuniones comienzan de esta manera. Uno de nosotros dice el nombre de alguien que nos haya marcado. Después, toda la tertulia discurre sobre él. Ayer estuvo muy animada. El profesor soltó el nombre de la intérprete de voz rota que tanto nos cautivó. Ah, hermano, pronunció el nombre sagrado de Janis Joplin. Si no lo has visto, busca por ejemplo su brutal actuación en Woodstock, allá en el lejano 1969. Te impactarán sus ojos de animal agónico al cantar con desgarro. Cómo te diría, parece decir “protégeme de mí misma”.

Nunca estuvo tan divertida como cuando interpretó “Mercedes Benz”: “Oh, Señor, ¿no me comprarás un Mercedes Benz?/ Todos mis amigos conducen porsches, debo hacer las paces”.

Qué lejos están sus canciones de esta música rastreramente comercial con que nos abruman. Ella era algo así como una maga que quería romper los maleficios. Solía decir: “Tengo alma de gitana”. Mira tú, como Hendrix, su colega generacional, y también de vida breve: “Voy cada semana a que la vieja gitana me eche las cartas…” Cuántas veces escuché la Fender Stratocaster de Jimi en “Hey Joe”. Algún riff te araña hasta el límite de lo soportable.

Volvamos a la tertulia. El tertuliano profesor tiene todos los discos de Janis, sus singles, sus filmes y sus libros. Nos dijo: “Claro que mi tema favorito de Leonard Cohen habla sobre ella”. El cabrón del canadiense siempre presumió de la noche oscura a su lado allá en el legendario hotel Chelsea. El tipo lo cuenta así: “Íbamos los dos en el lento ascensor del mítico hotel, era a mediados de los sesenta. Yo la acosé y ella me miró irónica y me espetó: ‘Para nada eres mi tipo y tampoco eres agraciado”. En la letra de la canción, Cohen dice: “Por mí harías una excepción”.

El profesor dijo riendo: “Queridos contertulios, ¿qué pensáis? Yo creo que fue un farol”. No hubo consenso. Otro sostuvo: “Quizás topó con ella después de un concierto, desvalida”. Otro: “Ella no era una tortuga con su caparazón de concha que la libraba de quienes la acosaban”. Yo recordé el verso: “Voy a tirar tu puerta,/ voy a entrar en tu vida”.

Mi amigo el periodista Julián Ruiz sí estuvo allí, en el hotel Chelsea, y me contó muchas cosas que habían pasado en él. Por ejemplo: “Mira, era como el café Gijón pero a lo muy bestia”.

Hay que joderse, siempre he tenido esa laguna en mi vida: no haber ocupado por ejemplo la habitación 1008 en el hotel Chelsea, en donde escribió Arthur C. Clarke el guion de “Una odisea en el espacio”. No sé si soportaría dormir en la 110, donde vivió Jim Morrison. Ay, qué hotel. El 12 de octubre de 1978 Sid Vicious apuñaló y mató a su novia Nancy Spungen. Allí Dylan Thomas, el poeta del que tomó el nombre Bob Dylan, falleció de su cóctel favorito: whiskey y una infusión de morfina.

Qué tristeza, lo compró un negociante, lo derribó y hoy ya es un hotel para turistas.

(Inevitablemente al hablar de Janis, me golpea el recuerdo Loren, la chica de sonrisa mística y de la mirada de los elegidos. Sin duda está en el imaginario colectivo de todos los que crecimos en el Verín de los setenta. Alguna vez conté de aquel local de mala reputación. Se llamó “Los amigos”. Cada día se rompían las barras del futbolín. Las noches eran largas, bajaban la cortina y corrían escudos, pesetas, francos, marcos… Buenos tiempos de contrabando y dinero de los emigrantes que venían de Centroeuropa.

Veo ahora mismo a Loren al lado de la gramola, como siempre. Se apoderaba de la máquina y a nadie nos importaba porque la queríamos. Venga, sin interrupción, dos monedas de duro y a pulsar el single de Janis Joplin “Piece of my heart”. Ella, Loren, cantaba encima de la voz de la americana. Después, con su grupo Estramonio nos hirió muchas noches de los setenta. Pareció metamorfosearse en Janis, como si la habitara. Murió joven, como ella.

“Para vivir hay que mover el corazón todos los días”.)

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