Opinión

Letras malditas

Mira tú, llevaba tiempo sin ejercer de letrista de canciones. Ay, esa profesión que tantas alegrías me dio. Mira tú, buenos tiempos. Escribías, por ejemplo, catorce líneas en un amanecer en una servilleta de un café y, boom, un cantante brillante la llevaba a lo más alto de las listas. Si logras números uno, los derechos son cuantiosos.

Pero la cosa no es tan sencilla. Con mucha frecuencia, el cantante te da la música, te señala más o menos el estribillo y tú,  con la habilidad de un croupier, tienes que colocar los versos y ser certero en el estribillo.

Te llevas muchas sorpresas. Recuerdo aquella madrugada de 1983, caminábamos por Fuencarral Miguel y yo discutiendo sobre las letras de su disco. Hay que joderse. Yo le decía: “Cómo vas a decirle a la gente en un concierto esa babosada: ‘Hola, ¿cómo estáis? o Bienvenidos”. No creía para nada en esa canción. Le insistía: “Qué horterada, Miguel”. Pero ya él, muy convencido, concluyó: “Si tú no quieres lo hago yo”. En fin, yo creía más en otras canciones que estábamos haciendo, como ‘Generación límite’, que no fue mal, pero la que más llegó fue ‘Bienvenidos’. Por ella sólo vagan dos o tres tristes versos míos.

Pero como te decía, hermano lector, estos días retomo mi actividad como letrista. Una potente banda de rock me ha pedido unos temas. Me dicen: “Hazlo como tú sabes, busca el lado oscuro”. Pues mira tú, lo que cuento es verídico. Siempre me gustó un tema de mi colega Sabina. Para mí, su canción más lograda: ‘Pacto entre caballeros’. Seguro la conoces, la historia es que le atracan en una calle tres fulanos. Dice él: “Cuando menos te lo esperas / el diablo va y se pone de tu parte”. Lo cierto es que lo reconocen: “Oye, colega / te pareces al Sabina ese que canta". Entonces le devuelven las “diez quinientas y su peluco marca Omega”.

El atraco que me hicieron a mí fue similar, hermano. No te enfades, Joaquín, pero yo le eché más cojones y no terminó como tu cuento de navidad. Ya lo escribí alguna vez, pero ahora será una letra para esta banda. Salía muy ‘puesto’ de un concierto. Decidí regresar caminando a mi cubil. Como tú, esa noche llevaba bastantes billetes y la cadena de oro de mi madre. Estaba ya cerca de mi casa, calle Piamonte 25, donde fui tan feliz. De pronto sentí el hierro frío en mi garganta, como si fuera todo el lado oscuro de Madrid. “Dámelo todo pringao”.

Pensé rápido tal un relámpago: "No puede ser, la cadena no". Lagrimear no me serviría.  Créetelo, le espeté con voz pastosa: “¿Qué haces, colega, no ves qué monazo tengo encima? Busco lo mismo que tú y mi camello no me fía”. Se lo dije tan rotundo que el fulano tragó. “Perdona colega, venga, vamos juntos a por el primero que pase. Y después a Entrevías, ya verás qué material”. No me digas, Joaquín, que no estuve, como en el verso de Lorca, "más torero y más gitano".

Bueno, hermano, lo que no voy a revelar es el final, si atraqué o no es cosa mía.

(Ah, las puñeteras letras. A veces trabajas tres meses en una canción y no pasa nada. Escribes unas letras en un garito de madrugada y funciona. Hará unos meses estuvo aquí Luz en un gran concierto. Hablamos de aquella jodida canción. Sonrió y dijo: “Tiene algo de maldita”. Pues sí. Estos días busqué en internet aquel tema. Era 1984. Me sorprendió, la cantó en todos los programas de televisión, hasta en "Aplauso’", con brillantez. Era la gran esperanza. La idea era cuanto menos, divertida y original. La escribimos ella, un cubano y yo.

La letra habla de una mujer rica que se maquilla con esmero. Busca su mejor ropa, su visón. Llama a su chófer. Dice que va a su cita favorita. Todo indica que va a encontrarse con un amor clandestino. Pero no. La canción se rompe y la cita es perversa en unos grandes almacenes. Sucede “qué objeto más brillante / será mío en un instante, vigilante”. Dice: “No me quiero corregir”. Y se va con alas en los pies. Qué gracia, en un video sale ella coqueteando con una diadema llena de brillo y al final, muy feliz, se la pone sobre su cabeza.

El disco de Luz está listo. Un alto ejecutivo nos cita a los tres compositores. De entrada nos mira con ojos despectivos: "¿Quién escribió esta bazofia? Es una invitación a todas las chicas a robar”. Sólo con muchas dificultades logramos que saliera mutilada, discreta y con el título delator de "Cleptómana", que rompía la magia de la canción. Luz jamás la volvió a cantar).

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