Opinión

La libertad perturba

2020-09-27 ANGULO INVERSO Ilust_resultado
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Jueves, 24 de septiembre

Llovizna y Ourense está melancólico y prohibido. César Vallejo escribió que le gustaría morir en París y en aguacero. Te cuento, hermano lector. Escucho ahora la mítica “Buenos días, tristeza” que canta, mascando las palabras como una mujer poseída que no se refleja en el espejo, Juliette Gréco. Ah hermano, Juliette Gréco. La gran hija del siglo XX que llegó a disputarle a Édith Piaf el reinado de la bohemia y de la canción francesa.

Falleció ayer, y mira tú qué acertado y escueto el comunicado de su familia: “Tuvo una vida fuera de lo común”. Hoy una lágrima resbala por el barrio de Saint-Germain-des-Prés en París. La sacerdotisa que Sartre amó y para la que escribió “Rue des Blancs-Manteaux”. A veces suceden cosas increíbles y en una noche de finales de los cuarenta Miles Davis hizo un largo solo de trompeta, Gréco estaba entre el público y la noche terminó brindando con absenta. Miles contó en sus memorias: “No me casé con ella porque la amo”. El amor duró unos meses y todo terminó como 2020-09-27 ANGULO INVERSO Ilust_resultadoterminaban las cosas de Davis, tomó su sombrero y se fue sin saludar ni despedirse.

La veo ahora en un viejo video vestida de negro, como siempre, tal una sacerdotisa, la mirada brutalmente melancólica y su flequillo cubriendo su frente. Cierto, los franceses siempre amaron a los cantantes que interpretan las heridas del alma. Adoran a la mujer fatal de vida atormentada que interpreta masticando cada verso y gusta de actuar en los humeantes locales que huelen a jazz y a escritores malditos. Es inevitable recordar los míticos locales “Brasserie Lipp”, el favorito de Boris Vian; “Café de Flore”, y “Le Deux Magots”, donde hacían tertulia los existencialistas y que yo frecuenté allá en los setenta, cuando todavía no los habían incluido en tristes locales para turistas.

Recordemos un poco su vida. Con quince años, en el cuarenta, vio asustada entrar a los altivos nazis en París tomando la ciudad. Era muy joven Gréco pero ya militó en la resistencia: cócteles molotov, pintadas en las paredes y llenar la calle de panfletos. Enamoró a un sargento de Hamburgo para sacarle información confidencial. Cuando por fin se liberó la ciudad, como escribió Hemingway, París era una fiesta. El escritor americano, enamorado, jamás se perdió una actuación de la ya diva cantante francesa. Vinieron tiempos de alegría y esperanza. Gréco asiste a las tertulias y la prensa la llama la musa del existencialismo. Feminista acérrima. Asistió a manifestaciones por el aborto libre y contra la discriminación de los homosexuales. Tuvo una larga lista de amores, la leyenda dice que incluso estuvo en los brazos de Picasso. Qué generación la suya. Jacques Brel, Brassens, Aznavour, Léo Ferré. Pero nadie cantó mejor que ella “Las hojas muertas” que le escribió el más grande, Jacques Prévert.

Llovizna, Ourense está melancólico y prohibido, pero no está mal eso de morir en aguacero. No me atrevo, hago un esfuerzo, la temo, pero por fin pongo la aguja en el tema “J’arrive” de mi viejo vinilo. Ay, hermano. Ella habla de tú a tú con la muerte: “De crisantemos en crisantemos./ Las otras flores hacen lo que pueden./ De crisantemos en crisantemos./ Los hombres lloran, las mujeres llueven”.

Viernes, 25 de septiembre

El covid detuvo nuestra tertulia. A veces nos reunimos dos o tres. El otro día decidimos hacer una caminata. Parecíamos monjes. Caminábamos silenciosos y pensativos. El pintor dice: “No vendo un puto cuadro y encima veo cómo van quitándonos libertades y obedecemos con docilidad perruna. De seguir así, a nosotros que vamos para ancianos lechuguinos seguro nos coserán la amarilla estrella judía”. El pintor, que está muy cabreado sigue: “Encima crece el populacho garbancero. Una vez me quité del suicidio, pero si tenéis cojones un día de estos jugamos a la ruleta rusa bajo un castaño milenario”. El filósofo interviene conciliador: “La vida es tal como es y todo tiene unos ciclos naturales contra los que nada se puede hacer, pero os confieso que cuando me confinan me siento como en el batallón disciplinario de Melilla”. Qué carajo, intervengo yo combativo: “Cierto, ‘no nos mandan mentes humanistas, ahora lo hacen mentes mercantilistas’, políticos insolventes y encima estamos muy vulnerables. Vivimos la jauja del mediocre. Preferimos ser confortables que libres. La libertad perturba. Ayer leí a Ken Follett: ‘Estamos yendo hacia la oscuridad’. Pero hermanos, resistir es la palabra”.

(El caminante debe caminar puro para no atraer la desgracia. Mira tú, pasa un camión de vacas de camino al matadero. Recuerdo a mi amigo Lameiras. Las vacas mugen presintiendo su destino mientras observan la ciudad desde las rejas del camión. “Todo esto antes era nuestro monte”.)

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