Opinión

Mi dolor te traigo

Hace tiempo que no hablo de nuestra extraña tertulia. Sabes, hermano lector, cuando va llegando cada uno de los seis tertulianos tenemos la obligación de saludar con alguna cita o verso literario. Ayer el profesor al llegar nos miró a cada uno lentamente y soltó el verso de Machado: “De cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa”. Hay dos que suelen repetir el verso que aman. Ay, cada vez que lo escucho casi tiemblo: “Largo se le hace el día a quien no ama”.

Pero te cuento. Escasos días la tertulia es relajada. Ayer lo fue. Mira tú, no es que seamos grandes forofos pero cada uno tiene su equipo en el corazón. Confieso que inevitablemente yo soy seguidor de ese equipo tan especial, el Atlético de Madrid. Allá en los ochenta hasta teníamos nuestra peña roquera en la mítica Cervecería Alemana, en la plaza de Santa Ana.ilustracion_alba_noguerol_result

Los días de partidos importantes no faltaba ni dios. Nos llamábamos “la peña del rock”. Iban llegando Ramiro, el batería de Leño; Antonio y Pepe Risi, de Los Burning; los hermanos Armando y Carlos de Castro, de Barón Rojo. En alguna ocasión se nos unía Ramoncín y formábamos una procesión del demonio. Nuestros ídolos eran Futre, aquel portugués que volaba por su banda, y aquel extremo internacional brasileño, Leivinha. Lo cierto es que lo pasábamos de puta madre. Íbamos al Manzanares con todos los clichés, nuestras bufandas, nuestras camisetas y nuestros bocadillos que engullíamos como todo el mundo en el descanso. Ay, cómo adorábamos a Luis Aragonés.

Decía aquel presidente brabucón y chulesco que si entraba en un bar y miraba alrededor, él conocía quién era seguidor del Atlético. Tenía razón porque hay que tener cuajo, ser un poco masoca y estar listos para todas las calamidades para seguir al equipo colchonero. Armando traía una especie de sábana que extendíamos ante nosotros: “Soy el Atlético, no me juzgues demasiado duramente”.

Pero volvamos al certero verso, lo diré completo: “Largo se le hace el día a quien no ama./ Día largo y aún más larga la noche”. Cierto es, en los últimos años iba a veces a casa de Jaime Quessada. Llegaba sobre la una, siempre dormía. Como una canción de cuna, como si lo llamaran los hados, le espetaba el verso y él abría lentamente los ojos. Tiempos en que los dos leíamos con avidez a Hermann Hesse. Testigo es Chus, su compañera. Todavía en cama y en silencio engullía cerca de un litro de café espeso y le leía alguna página luminosa de Hesse. Al fin se erguía tal Lázaro resucitado.

Me golpea el verso y pienso en Jaime. Cuando se fue dejó una gélida melancolía en todos nosotros. El último de una estirpe. Ya nadie en las madrugadas de los tugurios pinta un ángel con las alas rotas en una servilleta y se lo regala al barman y a los bebedores anónimos. Pícaro, me decía: “Este es un truco que nunca falla, Jaime. Dibujas a una chica guapa que brujulee por la barra, se lo das sonriente y fijo es el comienzo de una aventura. Practícalo tú escribiéndoles poemas”. Eran otros tiempos.

Inevitable, regresan a mi mente los días de vino y rosas en Ibiza. En su masía ibicenca, sus brazos siempre abiertos y la nevera siempre llena para los amigos que vagábamos alucinados por la isla. Cuando llegaba yo, dejado de la mano de dios, lleno de sueños y mal alimentado, Acisclo le decía al oído: “Jaime, este trae fame”.

(Cuando se nos fue, hubo una espantada de artistas en la ciudad. Pensamos: “Ahora Alexandro tomará el testigo”. Pero él huyó, quizás buscando el mar y las ruinas de Ítaca. Oh dioses, ¿por qué huyen los artistas de esta ciudad? Recuerdo ahora a Valente, escondido en Ginebra. No,ya no, no puede ser cierto aquel verso terrible que escribió: “La pequeña ciudad sórdida, perdida, municipal y oscura”. Sólo volvió para defender el viejo cementerio de San Francisco de las alimañas que pretendían apropiarse del terreno, ay, donde yace su hijo. 

Alexandro ha regresado a la ciudad, como quien regresa para hacer sacrificios a los dioses. “Cuando amas caminas entre nubes”. Así camina él ahora. Se postra: “Ante ti otra vez estoy, Auria, y te traigo esta vez mi dolor”.)

Hermano lector, invítate a ver “Lume”, su exposición.

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