Opinión

“… porque tú obedeces”

Lunes, 13 de abril 

Hermano lector, hoy siento eso tan español que es estar cabreado. Ya me extrañaba a mí que Manuel de la Calva escribiese una letra tan mágica y combativa como “Resistiré”. Ya me extrañaba, sí. Pero te cuento. De los dos del Dúo Dinámico conocí mucho más a Ramón Arcusa, el más creativo, tanto que escribió muchas canciones para que Julio Iglesias llegase a la cumbre.

Ya sabes, sus letras son tiernas y básicas. Sólo en una canción se mostraron transgresores. Fue con “Quince años tiene mi amor”, aún hoy no me explico cómo pudo pasar la censura del general ferrolano.

Pero estoy hasta los cojones de que De la Calva diga cosas así como: “Mi canción se la voy a regalar a la ciudad de Madrid”. El tipo siempre oculta a Carlos Toro Montoro. Este hombre, periodista, escribió la canción en memoria de su padre, que pasó largos años en las prisiones por ser republicano. Pero De la Calva quiere llevarse toda la gloria. Jamás le habrás oído nombrar al brillante letrista, y menos la verdadera historia de la letra. Sospecho que la parte musical no la compuso él solo.

Es bien cierto que los letristas somos con frecuencia maltratados. Yo he trabajado con algunos artistas que a veces, mira tú, escribían media línea o así y firmaban contigo la canción. A algunos cantantes les gusta figurar también como autores. Eso no importa, pero sí jode que se llevan un tanto por ciento de la sociedad de autores. Con el grupo Panzer, por ejemplo, tuve una mala experiencia. Hicimos una canción allá en los ochenta que llegó a ser un himno antimilitarista “Galones de plástico”. En esa fue todo legal. Pero, sorpresa, en otro tema del mismo disco se debieron olvidar de mí. Un buen tema, “Agárrate, el juez bosteza”, y menos mal que incluyeron en la contraportada unas frases de agradecimiento. También he conocido a músicos que compraban la letra a un poeta en apuros por cuatro monedas de cobre. En fin, hasta la sociedad general de autores, que mueve cifras impresionantes, ha sido un nido de ladrones. Cierto que en el complejo mundo de la música abunda más la gente legal.

Martes, 14 de abril.

En donde vivo hay algunos apartamentos que dan al exterior. Dan a mi terraza. Pero te digo, apenas conozco a los vecinos de fumar algún pitillo juntos en la puerta. Te juro que no sé quién es el alma caritativa. Sobre mi terraza aparecen intermitentemente bolsitas con tabaco y sus papelillos. Me pregunto quién será el oculto benefactor. Ya ves, es como el maná que caía en el desierto para alimentar a la muchedumbre que seguía a Moisés.

En fin, muchas gracias, hermano.

Miércoles, 15 de abril.

Tengo unos vecinos muy variopintos y especiales. Tal vez recuerdes, hermano lector, que escribí, no hace tanto, de la cajera de la inolvidable sala Auria. Caminaba ayer por mi terraza y escucho que me llama desde el balcón: “Me gustó mucho lo que escribió sobre mí y le voy a hacer un regalo muy especial. Pero sepa que sólo le conté una parte de mi vida. Cuando cerró la sala, organicé con otras amigas viajes anuales a Lourdes. Como le dije, yo soy muy creyente y devota. Mire, había mucha devoción e íbamos dos o tres autocares llenos. La mayoría con la esperanza de algún milagro”. Le digo: “Mire, Berta, yo no soy nada creyente y menos en milagros”. Ella habla ahora con voz temblorosa: “Créame, yo vi milagros con mis ojos, y muchos enfermos que mejoraron. No quiero abrumarle, pero recuerdo aquella chica muy enferma y con parálisis en los brazos que iba delante en una silla especial. Al regreso, ya muy cerca de Ourense, comenzó a gritar: ‘¡Mamá, mamá, ya muevo los brazos!’ Fue cierto y todos los viajeros no paramos de llorar hasta llegar a nuestras casas”.

Ahora la señora me dice: “Ya le dije que tengo un regalo para usted”. Para sorpresa mía, Berta me muestra una botella atada a una cuerda que va descendiendo lentamente. Cuando la recojo, me dice: “Eche usted este agua en su puerta y la peste pasará de largo”. Pues aquí estoy en mi mesa, escribiendo y con la botella al lado.

Jueves, 16 de abril.

Cierto, hermano, vives tantas vidas como canciones hayas escuchado. Tantas como libros hayas leído, tantas como veces hayas abrazado. Pero qué patético y desolador: los fulanos que nos mandan arrinconan eso tan desvalido que llaman cultura. Cómo nos vacían el cerebro, nos llenan de ansiolíticos y nos dicen con mucha cara: “El presupuesto es necesario para pagar a las fábricas de armas, que nunca cierran”. El polémico escritor Juan Manuel de Prada ya no nos dice “masas cretinizadas”, va más allá, ahora dice “masas alimañizadas”. Ya sabes, alimaña, animal que hace daño. El pronóstico es sombrío, saldremos de ésta más obedientes, más gregarios, llenos de miedo y haremos lo que nos pidan. 

Me pregunto, ¿será así?, ¿o saldremos como el perro tras el zorro para arrinconar a esos fulanos? ¿Mantendremos una rebeldía tenaz? ¿Seguiremos el consejo de Camus “cuanto más viejo más rebelde”?

(Camus escribe en “La peste”: “En los momentos críticos, en el ser humano hay más cosas dignas de admiración que de desprecio”. Pero no olvides, hermano, lo que el escritor francés te dice al oído: “Ellos mandan hoy… porque tú obedeces”.)

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