Opinión

Me pregunto si vendrá

ALBA FERNÁNDEZ
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MIÉRCOLES, 1 DE FEBRERO

Ayer sonó el teléfono con insistencia. Escucho la voz imperiosa y un tanto agresiva de mi contertulio profesor. Ya de entrada, me escupe: “¿Qué? ¿Estás acomodado ya en vida a tu sepultura? ¿Estás ahí en casa refugiado como si buscases el claustro materno? ¿El vientre tibio de tu madre? Estoy llamando a todos los contertulios. Tenemos que recuperar ya nuestra tertulia. Es hora de salir de la leonera y juntarnos de nuevo en nuestro islote de resistencia”.

Trato de excusarme, la gripe, esas cosas, pero el profesor, muy arrogante, me suelta: “Mira, Jaime, el reloj de arena va llenándose lentamente y quizás ni tú ni yo escribimos el poema. ¡Espabila! Al fin, nuestra tertulia es una respuesta a ‘la máquina que piensa’, a las videollamadas, a las conversaciones gallináceas en los bares, a la vida virtual que pretenden que vivamos, a las paparruchas que nos envían desde todas las pantallas para controlarnos”. Le digo un poco agobiado “Bueno, bueno, para ya con tu discurso, dime cuándo será la próxima tertulia y allí estaré como cuando teníamos 20 años y aprendimos a hacer cócteles molotov”.

JUEVES, 2 DE FEBRERO

Soy el primero en llegar a la tertulia. El camarero se alegra y, como a cada uno de nosotros, me llama por mi nombre. “Les extrañaba ya, señores”. Va el hombre y, con elegancia, desaloja a una pareja de nuestra mesa habitual. Van llegando todos. El psiquiatra reflexiona: “De nuevo juntos. Quizás seamos la última generación que ama las tertulias, la última en escribir a mano, la última en tener un libro e ir subrayando líneas con un lápiz rojo”. Interviene el profesor: “Hay que joderse, quizás seamos los últimos románticos, ahora que el romanticismo está desprestigiado”.

Todos en silencio empujándonos nuestros gin tonic. Cómo te diría, nos miramos unos a los otros pensativos. De pronto, el profesor, que pasea su rostro por todos nosotros, descubre “Aquí hay alguien que tiene la mirada luminosa del enamorado…” Se echa a reír con una risa nerviosa el músico: “¡Qué pronto me habéis descubierto!, cabrones. Pues sí, hay una chica a la que doy clase de música con la que salgo”.

El profesor, pícaro y un poco cabrón, le dice: “Ya, ya, la vieja historia del profesor que deslumbra a una alumna, las viejas artimañas, esas cosas. Jajaja”. De inmediato, reacciona el músico: “Veo que te quema la envidia”. “Nada de eso, entre nosotros todo fluye naturalmente”. Sigue hablando el músico: “Es una mujer muy abierta, ni se inmutó cuando le dije que tenía dos hijos. A ella le gusta conversar y me llama ‘su amor vintage”.

Nos quedamos un poco confusos, alguien pregunta por el pintor, siempre tan divertido. En la vida pasan cosas así y te juro que sucedió en esta tertulia. Ahí entra el pintor, cosa extraña, trae de la mano a una mujer joven y, sin más, se sientan con nosotros. Nos suelta con cierta altivez: “Queridos carcamales, ella es Ana y os pido que la aceptéis como nueva tertuliana. Hasta hoy hemos estado blindados. Haciendo autocrítica, hoy tan olvidada, nuestra tertulia parece de machos alfa, somos unos machistas del carajo. Ella nos dará otro punto de vista”.

Quedamos sorprendidos. “Camarero, gin tonic para todos”. El músico le suelta a Ana: “Me dijo un amigo que hoy ser mujer es como ser del Real Madrid”. Ella se lo toma bien: “Soy feminista, pero lejos de ese marketing del feminismo en los medios”.

Nos miramos entre nosotros, al fin, somos de una generación que vio crecer a la mujer sumisa. Hay que abrirse, pensamos. Tendremos que hacer un esfuerzo e integrarla, seguro que aprenderemos mucho.

(Ella nos pregunta las claves de nuestra tertulia. Enseguida, el psiquiatra desvela: “Tratamos de descifrar este puñetero mundo, sobre todo, mantener un cierto romanticismo, no perder el lado poético. No es imprescindible pero sí importante, saber recitar poemas. Combatir contra estos tiempos de resignación. Estar alerta porque el olvido se puede convertir en el peor crimen. Muy a pesar de todo, creer en la libertad y la esperanza. Pero seguimos la máxima ‘Si me equivoco porque no sé, no te rías, enséñame’. Y ¿sabes, Ana?, llevamos años en esta tertulia, todo puede suceder, a veces hay unos cabreos del demonio. Este es nuestro acto de rebeldía. Con frecuencia somos muy bravos, si tú vas a ser una de nosotros, cuando alguien te saque trozos de tu alma o un sagaz contertulio te desenmascare, has de aceptarlo sin inmutarte”.

Me pregunto si Ana vendrá).

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