Opinión

Protección mágica

Lunes, día 23

Camino por la terraza. Desde una ventana muy cerca alguien me hace señales. Me acerco y un joven me dice: “Yo a usted lo conozco y trabajamos juntos en Adolfo Domínguez. Lo pasábamos bien a pesar del duro trabajo. ¿Pero no se acuerda? Usted estaba encargado de cosas de prensa y creatividad y yo diseñaba las camisetas. Eran las primeras veces que salían con frases y dibujos. Lo recuerdo bien. Traía sus papeles bajo el brazo y decidíamos las frases que después imprimiríamos”. El joven abre su cartera y me enseña una hoja en que está escrito “Alas de papel para un sueño roto”. “Mire, esta frase me conmovió tanto que aún hoy la llevo en mi cartera”.
davMi amigo se llama Miguel: “Ahora estoy en otra empresa textil y viajo a China con frecuencia. Hong Kong es un disparate, una colmena, una alucinación. Familias enteras en pisos de treinta metros. Créame, todavía la familia busca el novio para su hija”. Le digo: “Cuénteme de los chinos”. “Mire, son un poco cabrones, nos copian todo. Trabajan sin cesar, el tiempo en que estaban encerrados no sé cómo se las arreglaban pero nos llegaban los envíos con puntualidad. Duermen en la fábrica si es necesario, lo que más desean es tener un hijo y su obsesión es jugar a las máquinas. Si en un bar de Ourense alguien está jugando a la máquina, seguro es un chino. Son buena gente, nos reciben cálidamente y en los negocios jamás fallan”.

 

Martes, día 24

De alguna manera, voy conectando con los contertulios. Dice el músico: “Frente al azar y la fortuna estamos desamparados”. Reflexiona el psiquiatra: “Esta pesadilla que vivimos tal vez sea una catarsis que nos haga mejores personas. Golpea con fuerza nuestra alma y tal vez caigan las costras de viejos egoísmos y miserias. Ya salimos con los brazos abiertos y solidarios a las terrazas y balcones. Saldremos de ésta y seremos otros, humanamente hablando”. Yo le digo riendo: “Además, somos españoles y el gran escritor André Malraux, que combatió como piloto en el bando republicano en nuestra guerra civil, escribió: ‘Sépanlo, cuando hay peligro la mejor generosidad es la española”.

 

Miércoles, día 25

Hermano, te invito a que hagas como yo. Convoca a los espíritus que te rondan para que te protejan. Convoca a tus antepasados y a los seres que más amaste y pídeles ayuda. Sabes, a veces funciona y una protección mágica te cubre. 

 

Jueves, día 26

Hay dos ancianas en una ventana justo encima de mi terraza. Las escucho hablar y me traen recuerdos de mi infancia. Una de ellas, tal vez ronde los noventa, tiene un escapulario colgado. Ay, de niño aún vi las extensas procesiones, casi bíblicas, que salían con estandartes e imágenes a las calles entonando aquel canto terrible “Perdona a tu pueblo, Señor”. Pedían la lluvia o que el granizo no arrasase sus cosechas. Mira tú, toda mi generación tiene una marca en el brazo de la sangrienta vacuna de entonces contra la viruela.

 

Viernes, día 27

Releo uno de mis libros favoritos: “Morte a Venezia”, de Thomas Mann. Hay una parte en que habla de la peste. La ciudad todavía estaba llena de veraneantes. Pero la peste ya comenzaba a cubrir la ciudad. Los nativos decían a los veraneantes: “Sólo es una tormenta”. Sin embargo, por las calles los carros no cesaban de llevar cadáveres y moribundos. Reflexiono, qué gran mal es la codicia. Al menos, ahora tenemos información honesta y amplia.

 

Sábado, día 28

Cuando Maribel y yo estudiábamos juntos Periodismo en Madrid, sabíamos que lo nuestro era una llamada, eso tan olvidado que se llama vocación. Como siempre, se me adelantó y escribió un conmovedor artículo sobre los tenaces profesionales del periodismo de los que apenas se habla. Y créeme, lector, es casi tan milagroso como aquello del pan y los peces el que tú puedas leer este periódico cada mañana. Allá, en el polígono, en una nave, unos periodistas de raza, pocos y valientes, luchan al límite. Todo son dificultades con las agencias de noticias, arden los ordenadores. Los fotógrafos de aquí para allá sin miedo. Un redactor hace por tres. Es bien cierto que el periodista es de otra pasta. Su oficio, contar la vida, es muy hermoso. Al fin, dijo el griego, “las cosas y los héroes sólo suceden para que alguien las cuente”.

 

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