Opinión

Tributo para un ingenuo

Ilustración: Alba Fernández
photo_camera Ilustración: Alba Fernández

JUEVES, 5 DE ABRIL

Llegué a la tertulia y ya olfateé que las cosas no iban a ir bien. Pensé que no me iban a dar la tabarra por el reciente homenaje. Qué jodida palabra, digamos en vez de homenaje, tributo. Ingenuo, yo pensé que me iban a felicitar o así. Pues no. Entre risas se echaron sobre mí los muy cabrones. De entrada me espeta el pintor: “Después de ese día feliz ya hueles a ciprés”. Te juro que fue como un puñetazo. Hay que joderse, hueles a ciprés. Yo busqué en el diccionario y se define homenaje como demostración pública de admiración y respeto.

Ahora es el músico el que me espeta sin piedad: “Con este homenaje es como si hubieses caducado, es como si te dieran una palmada en la espalda y te dijeran algo así como ‘tu rollo se acabó, lárgate y déjale sitio a los jóvenes”. Se ríe el músico: “Ya imagino las gozosas golondrinas cagándose encima de tu busto”. Ahora es el psiquiatra: “Estuve por subir y arrojarte sobre la cabeza un laurel bien guisado y caldoso”.

Los ataques no terminaron ahí, pero fue el profesor el que me golpeó más bajo. Tuve que darle un largo trago al gin tonic para encajarlo. Me dolió: “Lo más grave de ese acto es que para mí has perdido ese toque underground que a ti siempre te rondó”.

Otro largo trago, me dije, un tipo como tú no se arredra y claro, no me vine abajo. “Vamos, para vosotros ese acto ha sido como un drama. Recordad que lo primero que dije fue la frase del gran Borges: ‘Recibo esto con más resignación que entusiasmo’. La verdad es que traté de zafarme de este homenaje pero mi vieja amiga Maribel, compañera de aquella Escuela de Periodismo de Madrid, me dijo: ‘Yo lo presento así que p’alante, como es tu estilo’. Esto no es una excusa, pero allí iban a estar Habitación Vudú interpretando temas de los que yo fui letrista. Iban a estar amigos, algunos lectores y, lo que más me gustó, un grupo de ‘raiotos’ que me jaleó cuando toqué el lado oscuro y dije que Ourense había tenido el mejor barrio de putas de todo el norte de este país. Ni siquiera Vigo, ciudad portuaria, logró igualarlo”. Ahora interviene de nuevo el profesor: “Es cierto, como que también dio las mejores mentes del siglo XX, los Nós. Y también es verdad que en las décadas de los cincuenta y sesenta el mítico doctor Cabaleiro atendió a las ‘mayores cosechas de locos’, sobre todo a causa de la emigración”. Continúa el profesor que conoce bien esta ciudad: “Te olvidaste de una página llamémosla gloriosa. Según Ben Cho Shey, que estuvo en las guerras de Marruecos, Ourense fue la ciudad que dio más regimientos de soldados y legionarios allá en las secas montañas del Rif, en el olvidado desastre de Annual donde murieron degollados diez mil soldaditos, una gran mayoría había partido del atestado viejo cuartel de San Francisco”. Carajo con mis tertulianos, saben más que yo de esta ciudad. Alguien dice: “En los sesenta Ourense era la que tenía más coches Mercedes matriculados. Con los emigrantes hubo una fiebre por aquellos Mercedes 300 indestructibles que todavía hoy circulan por nuestras carreteras. Cuentan que la fábrica, sorprendida, hizo una investigación de por qué se vendían tantos coches de su marca en la ciudad”. Interviene de nuevo el profesor: “Los banqueros saben que Ourense también lidera las cifras de dinero negro”.

Mira tú, así fuimos desmenuzando esta ciudad. Otra ronda de gin tonic. Me tranquilicé, pensé que se habían olvidado ya del jodido homenaje. Pero arremete de nuevo el pintor: “Sí señor, eso estuvo bien. Contaste que pasaste dos meses en Pereiro de Aguiar no sé por qué trapicheos, dijo Maribel. Dices tú que seguiste las enseñanzas de Hemingway y Jean Genet cuando afirman que si quieres escribir del lado oscuro es buena cosa conocer el mundo que hay detrás de los barrotes de una prisión”. Al oír esto me vengo arriba: “Toda una experiencia. Con Bermúdez, aquel director generoso, creamos una emisora y un programa de radio que llegó a pasar los domingos por la cadena Cope para Galicia. Qué coincidencia, en aquellos días entró Anxo Quintana, el líder del Bloque, con tres de los suyos que arramplaron con el alcalde del PP en el Concello. Lo cierto es que eran los ochenta y en Pereiro sólo estaban ‘pringaos’ y camellos de poca monta. Siempre me dolió no ir un par de meses al Dueso o a una prisión dura. Con mucha frecuencia acudían Jaime Quessada, Alexandro y en alguna ocasión Vidal Souto; participaban en nuestro programa de radio y hacíamos unas tertulias del carajo. Logramos una buena biblioteca y Anxo se encargó con un carretillo de llevar libros a las celdas. Qué coincidencia, esos días actuaron allí los mismos que hoy están en mi homenaje, los hermanos Freiría de Habitación Vudú. La verdad es que con aquel director fueron dos meses de puta madre”.

(Dice el abogado: “Maribel contó que te hiciste colega de un etarra”. Me quedé sorprendido pero, me dije, han pasado ya tantos años que por qué no contarlo, al fin y al cabo lo mío es contar historias y yo quería saber las grietas que había detrás de aquel hombre aparentemente inmutable: “Así fue, Bermúdez me dejó ir al patio en donde él caminaba solitario. Le enseñé algunos artículos roqueros y me gané hasta cierto punto su confianza. Un día, escuchando canciones vascas, me contó, claro que no daré datos ni su nombre: ‘Con diecisiete años entré a trabajar en un taller mecánico, mi hermano mayor, muy ‘abertzale’ me dijo: ‘Que sepas que ahí van los coches averiados de la Guardia Civil, ya sabes, estate vigilante. Pasó un tiempo. Cuando llegó un coche de la Guardia Civil que venía de Madrid. Era un 1430 azul, hice mi trabajo y cuando levanté el capó había allí unas veinte matrículas que traían para los coches camuflados. Eran los tiempos del plomo y durante un tiempo los maderos desesperados se preguntaban cómo sabían sus matrículas. Pasaron muchas cosas y un día caí”).

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