Opinión

La vela ardió por los dos lados

Mi madre me enseñó a encender velas por los seres queridos. Las últimas las encendí por diferentes seres humanos. Por el olvidado John Lennon: se acaba de cumplir el aniversario de su despiadado asesinato a la puerta del edificio Dakota.

Qué carajo, no me olvidé de Gabriel García Márquez: hace justo cincuenta años que envió el original de “Cien años de soledad” a su editor. Ay, consumió treinta mil cigarrillos en los dieciocho meses que estuvo encerrado. Su mujer llegó a empeñar el humilde calefactor para poder comer. Cuando envió el original tuvo que pedir prestado para pagar a correos.

Cierto, he encendido algunas velas más. La última para el mítico Lemmy Kilmister, lider de Motörhead. Quiero hablarte de él. Qué tipo. El último de una generación de músicos que vivieron a tumba abierta. Una vela encendida por los dos lados. 
Bueno, el último no. Circula un cuento en los tugurios roqueros: “Si cae la bomba atomica sobre el mundo, sólo sobrevivirían algunas cucarachas y él: Keith Richards, de los Rolling Stones”. Su colega Mick Jagger ya es un adicto al agua mineral, a la comida macrobiótica y un venerable abuelo.

Pero te estoy hablando de Lemmy. Le gustaba repetir el verso de Lord Byron: “Hay que irse antes de que el hechizo y la esperanza hayan levantado el vuelo”. Escribió: “Moriré a los cincuenta y en el día de los Santos Inocentes”. Su premonición no fue del todo exacta: falleció a los setenta, justo el día 28 del pasado mes, día de los Santos Inocentes. 
Nadie compuso temas tan veloces como él. Nadie batió sus records en la máquina tragaperras. Nadie tuvo las agallas de agotar las existencias de Jack Daniels, allá en su garito favorito de Los Ángeles. Su historia preferida era la de aquel rey griego que ofrecía una recompensa a quien le enseñase un placer que él ignorase.

(Recuerdo la primera vez que lo vi. Año 77. Yo colaboraba en una emisora que tenía un programa para emigrantes en Amsterdam. Allá me fuí a la Sala Paradiso. Vivíamos la resaca de los sesenta. De pronto Lemmy salta a escena salvajemente roquero. Justo allí percibí que el movimiento hippie ya era un carnet caducado.

Sí, mi última vela fue para Lemmy y aquella ingenua generación. La encendí mientras sonaba “Killed by Death”. Cierto, asistí al concierto que le dio el certificado de defunción a todos los sueños de la década.)

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