Opinión

Ver las cosas que los hombres no deben ver

2020-10-25 ANGULO INVERSO Ilust_resultado
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Lunes, 19 de octubre

Pero hermano, Julio Dorado, cómo nos haces esta putada. Nos has enviado un mensaje que dice que no volverás a escribir jamás. No es por hacerte la pelota por los sablazos que te di en tiempos difíciles. No es por eso, Julio, ni por nuestra amistad. Sucede que nuestro periódico queda huérfano, como si le amputasen un miembro vital. Sucede, Julio, que estos últimos meses tus columnas eran estocadas en nuestros desconsolados cerebros. Eran a tumba abierta. Escalofriantes. Como si las escribiese un ángel herido. Una vez me dijiste que la vida vale en la medida en que seas capaz de arriesgarte.

Así que venga. No nos vengas con monsergas. Espabila. Y no te olvides, por ejemplo, que tenemos un viaje pendiente. Un viaje iniciático, freudiano. ¿Recuerdas? No es tan lejos, será como lo hemos planeado. Tu helicóptero nos llevará al literario pueblo de Vilardevós. Allí habitan los espíritus clandestinos de la ‘raia’. Nos posaremos justo al lado de las humeantes ruinas del viejo caserón, de aquel fantasmal cuartel de la guardia civil en donde llegaron a vivir treinta guardias y sus familias. Entre ellos, tu padre. Cierto, perdían casi siempre contra los avezados contrabandistas. Ay, los olfateaban a kilómetros y habían aprendido de las zorras viejas a borrar las huellas.

Al llegar, nos sentaremos en la ruinosa vivienda número 7 donde un día de los lejanos cincuenta, la enlutada comadrona cortó tu cordón. Te cogió por los tobillos, te meneó, escuchó tu primer lloro y con sus ojos ‘raiotos’ que leían el destino, dijo tal una profecía: “este vai ser dos bos e xenerosos”.

(Al regreso, tu musa se sentará de nuevo en tu hombro y en seguida tomarás tu lápiz y tu folio. Inevitablemente).2020-10-25 ANGULO INVERSO Ilust_resultado

Miércoles, 21 de octubre

Mi balcón da a una calle céntrica. Y, como dijo el maestro, solitario y solidario observo la vida. Me sorprendo. Caminan dos chicas muy cerca una de la otra. Las examino con mis ojos de veterano periodista. No paran de reírse. Se besan y caminan alegremente.

Cierto, no hace tanto escribí “en Ourense no verás a dos chicas abrazadas por la calle”. Tantos años en que todos se escondían. Ayer habló el papa valiente “¿quién soy yo para juzgarlos si creen en Dios y quieren formar su familia?”. Por fortuna, pronto la sociología de esta infeliz ciudad mutará. Y llegará la primavera y habrá fiestas gay en las plazas. Mi generación tendrá que desprogramarse a pasos forzados de la infame educación con que crecimos. Nuestros libros nos hablaban de siglos con los férreos cinturones de castidad.

Tristemente crecimos viendo escupir a los viejos homosexuales que se citaban arracimados allá al fondo de la alameda, en noches oscuras y lluviosas. Todos sabíamos de los sórdidos encuentros en los sucios servicios públicos del centro de la ciudad. Ay, hermano, todavía hoy.

Jueves, 22 de octubre

Lo he dudado mucho, pero hoy he colgado en mi habitación el retrato de Borges que me dio el brillante fotógrafo Plácido López Rodríguez. Me dolía colocar tan cerca al escritor argentino. Siempre trató mal a los escritores españoles. Llamó ‘andaluz profesional’ a García Lorca y ‘mediocre poeta’ a Machado, por ejemplo. Me cuesta perdonarle que doblara la cerviz ante el criminal dictador Videla. Miro ahora en la foto sus ciegos ojos, seguro que han visto cosas que los dioses han prohibido ver a los hombres. Si no es así, cómo podría haber escrito el ‘Hombre de la esquina rosada’. Ay, o ‘El Aleph’, que yo leo a veces lentamente como una oración. Quiero escribir su nombre completo, Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo. Te confieso, hermano lector, que tengo preparado un viaje. Cuando mejore Yosi, nuestro roquero, iremos a Buenos Aires. Lo tiene todo preparado Laura, su compañera argentina que siente devoción por Borges y será nuestra guía por los lugares por donde el poeta transitó. Bueno, poeta, escritor, no sé cómo definirlo, mejor cuentista. Ay, hermano, de niño decir cuentista era un insulto. Pero en los setenta, yo vi los mejores contadores de cuentos en las apartadas cabilas de Marruecos. Tenías que ver a los musulmanes en círculo alrededor del narrador. Se excitaban, lloraban y reían, con sus pipas humeantes de Kifi.

Definitivamente dejaré ahí su retrato, me recuerda: la literatura puede salvarte. Ya escribió Tagore, “la literatura da vida a los humanos como el agua se la da a las plantas”.

Viernes, 23 de octubre

Desde mi terraza a veces hablo con mi vecino del piso de arriba, Juan, roquero y buena gente. Ayer me dijo entre irónico y desafiante “Acabo de leer tu libro ‘Extraños en el escaparate’. Y conseguí el disco con el mismo título de Miguel Ríos basado en tu libro. ¿A que no tienes huevos de reproducirlo en tu página? Me refiero a tu texto sobre las máquinas suicidadoras, claro que eso Miguel no se atrevió a cantarlo”.

No me arredro, ahí va, sobre todo ahora que dicen vendrá una epidemia de suicidios. “Gobiernos, faciliten suicidio a sus súbditos: máquinas suicidadoras, aparatos fácil instalación, tamaño cabina telefónica / negocio para arcas del estado / El desesperado introduce monedas en ranura / pulsa botón disco preferido / pulsa mando religioso: aparece en pantalla dios a elegir, santo, virgen, escapulario, reliquia y el catálogo a tope de símbolos y creencias del cliente / Previo contacto con Roma, el fabricante tramita añadir una exclusiva de indulgencias plenarias…”

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