Opinión

Acuerdos y entendimiento en tiempos de coronavirus

En la actual situación de emergencia, de alarma formal, de excepción material, a causa del coronavirus, dada su relevancia para el conjunto de los españoles, se impone la búsqueda del entendimiento. Para ello el gobierno debe tender la mano, ganarse la confianza de la oposición e integrarla también en la toma de decisiones para que no se repita lo que pasó el 11-M, ya en los anales de lo que no debe ser una forma de afrontar una crisis tan grave como aquella. Lo que contemplamos a día de hoy, aunque es desalentador, no empece, de ninguna manera, la apelación a la necesidad de acuerdos y de entendimiento para sacar el país adelante, que bastante hundido está.

En efecto, el instrumento de solución de los conflictos en la sociedad democrática, máxime en circunstancias excepcionales como la que vivimos, debe ser el acuerdo, la búsqueda de puntos de vista comunes. Ahora no debiera ser tan difícil porque el único objetivo real es vencer al virus, para lo cual todo, todos, somos imprescindibles. No parece razonable que el único hilo conductor de la vida política, menos en este momento, sea la confrontación, por más que obviamente la discusión, el debate y la crítica sean elementos básicos de la vida política democrática. Sin acuerdos fundamentales y profundos, como los que ya debieron haberse producido al inicio de la crisis del coronavirus, no puede establecerse una vida política realmente democrática y es lo que ahora indudablemente todos esperamos.  

Del carácter fundante o constituyente del acuerdo para la vida política no se infiere que toda la actividad política se reduzca a acuerdo. El acuerdo, el pacto, el consenso, son momentos del diálogo, no son ni su estado ideal, ni su conclusión. El consenso, el acuerdo, son una etapa del diálogo, pero lo son también el disenso, la divergencia, la discusión, la ruptura, la desavenencia, y la recuperación de la concordia. Todas ellas son fases del diálogo y todas fases igualmente valiosas. Pero lo fundamental, lo principal, no es que los interlocutores se pongan de acuerdo en todo -ni en casi todo, ni siquiera en la mayor parte de los temas-, sino que respeten – y tengan permanentemente presente- el acuerdo básico que hace posible el diálogo, que los convierte en interlocutores, en conciudadanos. Y que, en el caso presente, les permita buscar una solución armónica, integrada y participada para salir adelante en este tiempo del coronavirus. No debiera ser tan difícil ponerse de acuerdo para combatir el virus de la forma más eficaz posible, eso es lo que queremos los españoles. 

No es incompatible, ni contradictorio, afirmar la categoría suprema del consenso básico, en muchos sentidos metapolítico, sobre el que ha de asentarse la vida democrática, y al mismo tiempo, el carácter ineludible de las confrontaciones que el juego político produce. Estas confrontaciones no serían posibles sin aquel consenso. Hoy precisamente el consenso básico reclama que todas las fuerzas políticas, económicas y sociales tiren del mismo carro, enterrando las diferencias.  El pueblo precisa de esta armonía política en este momento. Para ello, el gobierno debe sembrar concordia, tender puentes, llamar constantemente a unos y otros, hacerlos partícipes y protagonistas, por qué no, de las medidas que se adoptan. Es tiempo para líderes libres de “ideologitis” que solo actúan animados por sacar España adelante y vencer con prudencia e inteligencia el combate probablemente más difícil al que nos hemos enfrentado como sociedad en muchos años. No es momento de estrategias partidarias que conformen acuerdos tácticos al margen del gran acuerdo: remar todos en la misma dirección: reconstruir el país entre todos.

Unos y otros tendrán que ceder, unos y otros tendrán que anteponer a sus legítimos intereses el bien supremo de la centralidad de la dignidad humana y, por ello, la necesidad de acometer políticas dirigidas a la mejora de las condiciones de vida de los españoles, especialmente en momentos de devastación y hundimiento sin precedentes. Esperemos que estén a la altura de las circunstancias y que sean capaces de converger en lo esencial en este momento. Para eso los elegimos. No solo para los tiempos de bonanza, sobre todo para que en tiempos de tempestad sepan orientar el timón de la nave a puerto seguro. Ojalá sean conscientes de ello, y convoquen como en otros países a los mejores, a quienes saben, tienen experiencia y no precisan más que servir desinteresadamente a su país.

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