Opinión

El derecho al mínimo vital digno

En una situación de emergencia humanitaria, de crisis global como la que estamos sufriendo en este tiempo, el derecho al mínimo vital digno cobra especial actualidad pues millones de personas, las más frágiles y vulnerables, quedan a la intemperie en muchos sentidos.

El derecho al mínimo vital digno es un derecho fundamental que permite que no se quiebre la condición humana, que el ser humano pueda desarrollarse con dignidad. En efecto, en el estado social y democrático de derecho existen unos derechos sociales fundamentales mínimos que el estado o la sociedad, según los casos y las posibilidades, deben asegurar y garantizar para evitar la deshumanización de la persona. 

La aplicabilidad inmediata de los derechos sociales fundamentales no se reduce al reconocimiento del mínimo vital o existencial. Todos los derechos sociales fundamentales, todos, por ser derechos fundamentales de la persona, poseen eficacia directa sencillamente porque disfrutan de la misma categoría y régimen jurídico de los derechos fundamentales.

El marco de lo que es imprescindible para una existencia humana responde al derecho al mínimo vital pero más allá de esta garantía de mínimos existen otros derechos sociales fundamentales, ordinarios, como puede ser el derecho a la alimentación, a la salud, el derecho a una protección social digna… Es decir, una cosa es lo mínimo imprescindible para una existencia o para una vida mínimamente digna y otra distinta la garantía de un marco de racionalidad y progresividad en el ejercicio de estos derechos que apunta más allá de lo imprescindible, de lo mínimo.

Si entendemos el mínimo existencial como el techo mínimo, el suelo mínimo de los derechos sociales fundamentales, comprenderemos que a partir de este solar se pueden levantar o edificar derechos sociales fundamentales. A partir de esa esfera de una existencia mínimamente digna, aplicando el principio de progresividad podemos llegar a afirmar la existencia de derechos sociales fundamentales que consisten en garantías y prestaciones, junto a protecciones y defensas, de posiciones jurídicas dignas, de una dignidad superior a la mínima. No de otra manera debe interpretarse las apelaciones que las constituciones de nuestra cultura jurídica realizan a una mejor calidad de vida para las personas o una existencia o vida digna. Si tal dignidad se refiriera únicamente a la mínima dignidad, el estado social y democrático de derecho carecería de virtualidad jurídica, algo que debe descartarse por absurdo. Hoy, sin embargo, en una emergencia humanitaria de colosales proporciones, el aseguramiento del mínimo vital digno es una obligación urgente de los poderes públicos.

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