Opinión

Ideologías y pensamiento cerrado

El tiempo en que vivimos muestra de una forma cada vez más clara que la complejidad de la realidad y la limitación del conocimiento humano son constantes que se constatan día a día. Normalmente, cuando abrimos los ojos y observamos, la realidad somete nuestra inteligencia a la dura prueba de la vibración caleidoscópica de sus singularidades. Entonces nuestra comprensión se ve agotada ante la complejidad de sus inextricables estructuras y nuestra necesidad de modelos conceptuales se ve desbordada por los inéditos desarrollos que la historia manifiesta. Más, si cabe, hoy, en el marco de una emergencia sanitaria y con los populismos de nuevo en acción.

Pues bien, en este contexto, rendirse a nuestra incapacidad para agotar la comprensión de la realidad significa aceptar nuestra limitación pero también empeñarnos en una aproximación cada vez más completa. Sin embargo, cabe también la posibilidad de afirmar la soberanía de nuestro pensamiento. Esta es la disposición que lleva al nacimiento de lo que suele denominarse ideología, que puede entenderse, sobre todo desde una perspectiva radical, como un pensamiento sistemático y cerrado sobre la realidad social que se toma como presupuesto de la actividad política.

La expresión “pensamiento sistemático cerrado”  parte de postulados, de aseveraciones no demostradas y sin base empírica; se desenvuelve deductivamente; es omnicomprensiva, abarca todos los aspectos de la realidad; es proyectiva, tiene capacidad para predecir cara a donde, cómo y por dónde camina la realidad social. Por eso, puede decirse que la ideología cerrada, hoy de nuevo ante nosotros por mor de la debilidad de quienes no defienden materialmente la democracia y las libertades más allá de proclamas retóricas, huecas y formales, cumple la aspiración fáustica -es la ciencia que domina plenamente el mundo- y se resuelve al final en el amargo despertar del aprendiz de brujo. 

Las ideologías cerradas, cualquiera que sea su orientación, intervienen en la vida política desde la base de ideas predeterminadas, desde desarrollos sociales dogmáticos. Y, como se ha señalado, ejercen su acción con una idea tan clara de lo que debe ser la sociedad, -porque saben cómo será el final-, y con una confianza tan plena en los métodos que se deben emplear para conseguirlo que su aplicación termina por conformar una especie de horma que acaba por ahogar la acción social y civil. Dar la espalda a la experiencia le cuesta a la ideología su incapacidad para reorientar la acciçon.

Pero, además,  la ideología cerrada vicia el discurso político porque reduce a sus términos todas las propuestas que puedan surgir a su alrededor, sometiendo a su esquema simplificador cualquier discurso o idea. Y así, por ejemplo, desde las posiciones ideológicas de la izquierda se considera derecha a todo lo que no sea izquierda, igualmente al fascismo -intervencionista, estatalista y antidemocrático- que al liberalismo -democrático, individualista, liberalizador-. Y desde la derecha se considera comunismo o marxismo a todo lo que no sea supremacía del mercado, individualismo o consumismo. Poco hemos avanzado.

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