Opinión

Un giro al centro

En el tiempo en que estamos, de fuertes contrastes y de regreso de las ideologías cerradas, la vuelta a la moderación, al centro político es, no ya una opción, sino una necesidad pues los rotos y las quiebras que se están produciendo en algunos casos hasta podrían ser irreversibles. Y este giro al centro es hoy, más que nunca, ante la amoralidad la mediocridad reinante reinante que todo lo justifica por permanecer en el poder, un giro ético, no un solo un giro táctico o semántico.

Es decir, el giro al centro no debe ser entendido necesariamente como un cambio de los valores asumidos, ni como un cambio en todos los valores imperantes en la sociedad, que en muchos aspectos están siendo motores de nuestra mejora individual. Se trata, en el cambio ético a que se alude, de asumir valores que hagan posible el giro o la búsqueda que se propone.

En primer lugar, una mentalidad abierta a la realidad y a la experiencia, que nos haga adoptar aquella actitud socrática de reconocer la propia ignorancia, la limitación de nuestro conocimiento como la sabiduría propia humana, lejos de todo dogmatismo, y al mismo tiempo de todo escepticismo paralizador y esterilizador. Que nos impulsa necesariamente a una búsqueda permanente y sin tregua, ya que la mejora moral del hombre alcanza la vida entera. Algo que me temo que ni se intuye ni se comprende cuando se habla, por enésima vez, del giro al centro.

En segundo término, una actitud dialogante, consecuencia inmediata de lo anterior, con un permanente ejercicio del pensamiento dinámico y compatible, que nos permite captar la realidad no en díadas, tríadas, opuestas o excluyentes, sino percatándonos, de acuerdo con aquel dicho del filósofo antiguo de que, en el ámbito humano y natural, todo está en todo. Percatándonos de que en la búsqueda de la pobre porción de certezas que por nuestra cuenta podamos alcanzar, necesitamos el concurso de quienes nos rodean, de aquellos con los que convivimos.

Y, en tercer lugar, una disposición de comprensión, apertura y respeto absoluto a la persona, consecuencia de nuestra convicción profunda de que sobre los derechos humanos debe asentarse toda acción política y toda acción democrática.

Hoy, en tantas latitudes, ante la colosal operación de manipulación y control social en marcha, agravada por la crisis de covid, la lucha por la libertad solidaria y la dignidad del ser humana pasa por un compromiso real y constante por la mentalidad abierta, la capacidad de entendimiento y la sensibilidad social desde la real realidad y desde la razón. No desde las ideologías cerradas que siembran continuamente odio y rencor. Desde el compromiso monolítico con la defensa, protección y promoción de la dignidad humana.

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