Opinión

Insomnio

Lo que más valoro de mis amigos es que son buena gente y creen en lo que hablan. Observando a los líderes políticos, prefieres no pensar en lo primero y es obligado asumir que lo segundo es ciencia ficción. Como dice Millás, las negociaciones de gobierno han sido "una clase magistral de taxidermia". Como dice El Jueves, "a los políticos se la suda tanto contradecirse, mentirnos y tomarnos el pelo, que ya ni ponerles sus propias palabras delante de sus narices sirve de nada". Contaba un cronista parlamentario cómo flipó el día en el que todo se fue al garete. En un Congreso semivacío –que a estas alturas debe oler como mi lavavajillas cuando acumula cuatro días sin ponerse– los diputados seguían discutiendo, intentando colar su relato en el descuento. Diálogo de sordos, o una pelea de borrachos a la siete de la mañana. 

Para muchos votantes de izquierdas, el PSOE vuelve a parecerse al exnovio que te la vuelve a colar tras darle la enésima oportunidad

Ignatieff relató en "Fuego y cenizas" su desastroso paso por la política canadiense. El intelectual narra los jaleos parlamentarios y las derivas institucionales. Si lo comparas con lo que vivimos aquí resulta hasta tierno. Ver a Sánchez hablando de sus "problemas de insomnio" por Podemos es toparse con mi madre indignada en el wasap. Leer el tuit de Óscar Puente es tener ganas de montar una barricada en Ferraz. Por el medio te encuentras en el Lecturas con que Dinio intentó comerse el gato de María Lapiedra y casi lo insertas en alguna estrategia de Iván Redondo. Porque para muchos votantes de izquierdas, el PSOE vuelve a parecerse al exnovio o exnovia que te jodió una vez, le diste una nueva oportunidad y ahora te la cuela. Luego aparecen Almeida y Ortega Smith conversando en la calle. Y llega el verdadero insomnio.

Vamos a otras elecciones sin una sola justificación política y con Risto montando un partido. El vaciado ideológico del PSOE y el estado de Podemos acaba convirtiendo a Errejón en John Lennon,  al PNV en un progre cool y a Rajoy en un icono pop nostálgico. Un escenario que da testosterona a los militantes abstencionistas y también a esos cuñados que llevan diciendo desde 1978 que qué más da, que todos los políticos son iguales. También ayuda al independentismo: un barrio, una nación. Luego vendrán los problemas. En As Lagoas, con los robos, el vecino del 5º – con flequillo de populista reaccionario– nos acabará pidiendo firmas para poner un muro en Otero Pedrayo. Y que lo pague el Mercadona. 

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