Opinión

Lucha de titanes

La gran rivalidad entre las dos grandes potencias de este siglo ha estado siempre presente. Una vez más Estados Unidos y China entran en el ring de boxeo, en esta ocasión el papel protagonista gira en torno a la industria de los semiconductores y el gran impacto que tienen los chips en la economía y el desarrollo tecnológico de estos países.

Estados Unidos quiere anteponerse a China, busca acabar con esta fuerte dependencia que a día de hoy tienen con los productores extranjeros para este componente. La mayor parte del suministro actual de estos microchips viene del extranjero. Gran parte de las empresas tienen sede en aliados de confianza de Estados Unidos en Asia, pero la enorme distancia unida a las grandes tensiones geopolíticas en torno a Taiwán, preocupan al gobierno estadounidense y a empresas como Apple.

Su campo de actuación se encuentra muy limitado. Los equipos fotolitográficos más avanzados que se pueden encontrar en las fábricas de chips de TSMC, el mayor fabricante mundial de chips de última generación, no son estadounidenses; son de origen holandés y japonés. A pesar de esto, un punto a favor para EE.UU. es que parte de los componentes son de origen estadounidense, lo que permite al Gobierno de Biden incrementar la presión sobre sus socios. Y, esto ha permitido que Holanda y Japón hayan pasado a estar alineados con los intereses americanos.

Por su parte China ha querido dejar clara su postura desde el principio, el plan estadounidense no le gusta lo más mínimo, así que han querido tomar decisiones inmediatas y muy efectivas. Desde la demanda legal ante la OMC a la inversión de 143.000 millones de dólares en ayudas directas para impulsar la industria de los semiconductores china y más acciones que aún no han visto la luz.

Con todo esto Pekín lo que busca es que su producción de microchips se incremente en los próximos años y que de esta forma se amplíen o modernicen sus plantas de fabricación, ensamblaje e investigación. China quiere seguir manteniendo su puesto de líder en la producción de semiconductores del mundo, no puede permitirse que Taiwán o Corea del Sur sigan avanzando con pasos tan firmes y seguros. De hecho, la empresa taiwanesa TSMC es el mayor fabricante de chips del mundo, bastante por encima de sus rivales.

Estas acciones ayudarán a China a ser más autosuficiente en ciencia y tecnología, preludio de grandes inversiones en el sector. En la actualidad, China consume unas tres cuartas partes de los semiconductores que se venden a nivel mundial, pero solamente produce alrededor del 15% total.

Las decisiones apuntan hacia una dirección clara en la que tanto China como EE.UU. podrían ver su camino derrumbarse. Los fabricantes chinos deben competir con sus adversarios extranjeros y según afirman los expertos se encuentran bastante por detrás de estos. Por su parte EE.UU. perdería a su mayor cliente de semiconductores, China, y las exportaciones al gigante asiático representan el 60% de los ingresos de empresas como Qualcomm o Intel. La medida también podría afectar a fabricantes estadounidenses con factorías en China que dependen de estos semiconductores para sus productos, como Tesla o Apple, entre otros.

La batalla está en el aire. Un quién da más que en algún momento tendrá un principal beneficiario. Por ahora la situación se encuentra en los primeros rounds a la espera de quién dará el siguiente golpe y el efecto inmediato que tendrá en el país adversario.

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