Opinión

Amar y vivir la justicia

Todos los años, con motivo del día del Corpus, se celebra el día de Caritas, este año con el lema de “Practica la justicia, deja tu huella”, dentro de la campaña anual que nos invita a practicar el amor viviendo la justicia.

El amor, del que toda persona está necesitada para realizarse como tal, es una huella en nosotros del amor de Dios, que nos crea por amor, por amor nos redime, por amor se queda con nosotros en la Eucaristía y nos espera con sus brazos amorosos abiertos de par en par. Ese amor de Dios que nos exige manifestarlo a los demás en tantas situaciones difíciles por las que pasamos a lo largo de nuestra existencia. 

Caritas invita a todas las personas de buena voluntad a dejar la huella de ese amor en nuestro paso por la vida, entre nuestros amigos, en nuestra familia, en nuestro barrio, en nuestra ciudad; así será posible que la justicia y el amor traspasen fronteras y lleguen a los más necesitados de este mundo globalizado en el que nos movemos. Difícilmente estaremos atentos a las necesidades de los que tenemos no tan cerca si no tratamos de paliar las necesidades y acompañar a los que tenemos a nuestro lado.

Es necesario ayudar a los refugiados que lo han dejado todo para tratar de conseguir unas condiciones dignas de vida, a los afectados por los desastres naturales en Ecuador, a los que viven en unas condiciones de falta de derechos humanos en tantos países de África e incluso en Europa, a tantas necesidades de personas concretas con nombre y apellidos, pero eso no lo haremos si no comenzamos por conmovernos ante tantos de nuestros vecinos que tienen que acudir al comedor social de Caritas, ante las personas que no tienen donde dormir, ante aquellos de nuestros conciudadanos que no tienen recursos suficientes para pagar la luz o el agua, ante tantas personas que no tienen quien les escuche, les acompañe o les manifieste ese amor necesario para sentirse querido y apreciado por lo que es.

Estamos invitados a dejar huella a nuestro alrededor, esa huella que hace un mundo más habitable, más humano, esa huella de amor que se conmueve ante el dolor y el sufrimiento de nuestros convecinos en este pequeño mundo en el que tenemos la suerte de vivir por amor de Dios.

Por eso la jornada que hoy celebramos es un recuerdo ante las palpitantes realidades que acucian a nuestro mundo movido por motivos tantas veces inhumanos. La Iglesia pretende ser ese vocero en busca de una ayuda tan necesaria para este mundo que se pierde en discusiones, guerras y desencuentros. Es la realidad de un mundo que se llama civilizado aún cuando olvida lamentablemente tantas necesidades y gritos de muchos en todo el mundo.
 

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