Opinión

Dale sabor a la vida

He encontrado este eslogan repetido en diversas marcas y productos, la mayoría relacionados con la alimentación, pero creo que puede tener un sentido que va más allá de productos más o menos sabrosos. Darle sabor a la vida es hacer que nuestra vida tenga gusto, sea agradable o, en profundidad, tenga sentido. Darle sentido a nuestra existencia.

Cuando uno se pone a caminar, en estos años de furor por realizar grandes rutas, Camino de Santiago, Ruta de la plata, ruta dos faros… elige hacia dónde quiere ir, qué dirección tomar, qué indicaciones seguir, qué va a necesitar, cómo prepararse etc. También nuestra vida, la de cada uno, es bueno que tenga una dirección, sino andaremos dando vueltas sin saber hacia dónde vamos, como pollos sin cabeza, que se decía coloquialmente.

Si uno tiene una meta a la que dirigirse, si la vida tiene sentido, es necesario esforzarse en orientarla adecuadamente, en saber a dónde vamos, en no perder la dirección. En nuestros tiempos parece ganar adeptos el dicho “dónde va Vicente, adonde va la gente”; son muchos los que transitan por la vida sin saber bien cuál es el sentido de su existencia. Por el contrario hay también un buen grupo de personas que se esfuerzan por dotar de sentido a su existencia. Entre ellos aquellos que orientan su vida hacia Dios a través del servicio a los demás.

Los cristianos celebraremos en unos días el día del Seminario, en el cual se nos quiere recordar que hay personas que, llamadas por Dios, están dispuestos a entregar su vida a mostrar el amor de Dios a los hombres. Personas que han encontrado el sentido de su vida y tratan de poner los medios para seguir la buena dirección, para vencer las dificultades que van apareciendo en el camino, para vencer el mal a fuerza de bien. Dios sigue contando con nosotros para estar presente en el mundo.

Es fácil encontrar defectos en ellos, poner el foco en sus incongruencias y denostar los comportamientos claramente reprobables; no los vamos a negar, pero también podemos alabar su entrega, su atención a los demás, sus esfuerzos por acoger a los marginados de la sociedad, por paliar tantas pobrezas y necesidades, por llevar consuelo y compañía a tantos olvidados, y todo ello para mostrar que el amor que han recibido de Dios es para llevarlo a los demás.

No es un camino fácil, pero llena de sabor la vida.

Bien creo que en este mes de marzo, que dedicamos al Seminario sería necesario que a nivel personal y familiar pudiésemos dar esta reflexión a tantos jóvenes de nuestro mundo que vagan por el mundo muchos sin rumbo, otros al socaire de la economía y un buen número inmersos en el placer y el hedonismo. El vivir sólo para nuestro bienestar muchas veces es el camino que conduce al caos y en suma a la tristeza.

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