Opinión

Expertos en misericordia

Hace unos días, hablando con unos compañeros, rememoraba una escena de hace años, repetida en varias ocasiones: unos padres casi desesperados ante su hija o su hijo inmersos en el mundo de la droga, hijos que estaban destrozando su vida a pasos agigantados y ante los que sus padres ya no sabían qué más podían hacer, qué medios poner. Cuando, después de muchos esfuerzos, conversaciones y pitillos, aquellos muchachos aceptaban pasar por un centro para rehabilitarse la actitud de sus padres pasaba a ser de acogida absoluta, de estar dispuestos a cambiar de lugar de residencia, a gastar lo que tenían y lo que podían pedir, a hacer lo posible y lo imposible para ayudar a su hijo o hija para que pudiera dejar aquel infierno en el que había comenzado a consumir su vida.

En este año del Jubileo de la Misericordia recuerdo a menudo estas escenas, porque esos padres me parecen unos auténticos expertos en misericordia. Cuando el papa Francisco nos invita a vivir la misericordia pienso que hay “expertos en misericordia” que debemos imitar; recuerdo a esos y tantos padres y madres de familia, a tantas personas, algunas de ellas elevadas a los altares, que fueron capaces de abrir sus corazones a las miserias de los demás, para elevarlos a la dignidad que poseemos todos como hijos de Dios, como seres humanos.

De modo especial invita el papa a los sacerdotes a ser misericordiosos como Dios es misericordioso. En este Día del Seminario en que pedimos para que haya vocaciones sacerdotales, es necesario tener bien claro que los futuros sacerdotes tienen que aprender a abrir su corazón a las miserias de los demás, a tener entrañas de misericordia para poder dar vida a los demás, a sentir las desgracias de sus contemporáneos como propias para poder mostrarles al inmenso amor de Dios por ellos. Pero esto no es posible si antes no nos sentimos nosotros mismos amados, queridos, perdonados. Sólo quien siente lo que es la pasión amorosa de sentirse querido será capaz de mostrar esa pasión por los demás.

Necesitamos “expertos en misericordia” que nos enseñen a amar profundamente, con pasión y con cercanía. A eso están llamados los futuros sacerdotes, lo seminaristas, a eso sigue llamando Dios a todo aquel que quiera seguirlo incondicionalmente por el camino del sacerdocio, a pesar de nuestros pecados y miserias, o, mejor, por nuestros pecados y miserias, ya que Él ha venido a llamar a los pecadores y a sanar a los enfermos.

Te puede interesar